¡Soldados de Cuatro Patas y Grandes Ayudantes de la Conquista!

“Gritará ¡devastación! y soltará los perros de la guerra.” – Julio César de Shakespeare

Muchos mencionan la ventaja que tenían los europeos sobre los nativos durante el proceso de la conquista de América tales como los caballos, las armas de fuego y el metal. Pero casi nunca mencionan otra “arma secreta” mucho más vivas y más aterrorizantes. Me refiero a los perros de combate que los guerreros indígenas nunca habían conocido. Al igual que los caballos, estos alanos españoles también combatieron a sangre y fuego junto a los colonos. Eran una raza de perros monteros que utilizaban en España para cazar jabalíes, ciervos y osos (sí, osos), a los que conseguían morderlos sin soltarlos.

También los usaban en espectáculos donde los alanos se enfrentaban a toros bravos. Fueron introducidos en América en el segundo viaje de Cristóbal Colón, en el año 1493 (Ricardo Piqueras Céspedes, Licenciado en Geografía e Historia y Doctor «cum laudem» en Historia de América). Fue el religioso Juan Rodríguez de Fonseca quien llevó a tierras americanas veinte perros, de las razas mastín y galgo. Rodríguez de Fonseca fue el encargado por parte de la Corona española para llevar la evangelización de la religión cristiana a los nuevos territorios. Llevados en un principio a la zona con el objetivo de dar algún susto que otro a los nativos, estas «mascotas» no tardaron en demostrar su valía en combate al punto que se dice que los indígenas le temían más a los perros que a los caballos y los arcabuces.

Los arcabuces tenían sus límites. Tomaban minutos para recargar y sus mechas eran difíciles o imposibles de encender en climas húmedos. Contra guerreros que no llevaban armaduras, los arcabuces no proveían ventaja. Los indios podían disparar 20 flechas en el lapso que tomaba recargar el arma. Pero en aquellos bosques densos y montañosos se podía evitar tales ataques con estos perros cazadores los cuales podían rastrear, perseguir, alcanzar y derribar a varios indios. Desde ese momento, estos animales se convirtieron en un activo para los conquistadores a la hora de enfrentarse a los nativos y repartir espadazos.

Por tal razón, tales perros se volvieron muy queridos por todos los colonos. Gonzalo Fernández de Oviedo, en su Historia General de las Indias, le dedica casi un capítulo entero para hablar de sus virtudes, méritos y porque eran dignos de admiración. De hecho, estos perros peninsulares eran tan hábiles matando indios, que se le pagaba a su dueño el mismo sueldo de un ballestero. Tenían gran capacidad de agarre, eran de color bermejo, ojos negros, grande o mediano y de aspecto fiero. Pero fiel, vigoroso, audaz, inteligente y valiente. Pesaban más o menos lo mismo que un taíno promedio, con lo que cualquiera de esos perros mataba a un indio con suma facilidad. Los españoles se dieron cuenta del daño psicológico que la utilización de estos perros provocaba entre los indígenas, ya que al miedo que les producía se unía la vergüenza que luego sentían al verse derrotados por un animal.

Como dice el militar, naturalista y veterinario español, Bernardo de Vargas Machuca, “… los amerindios, bajo la “torva mirada y los inauditos ladridos de los perros”, quedaban totalmente aterrorizados y desconcertados.Mucho teme el indio el caballo y el arcabuz, pero más teme al perro, que en oyendo el ladrido, no para indio”. Según el mismo gobernante de la ciudad mexica de Tenochtitlan, Moctezuma Xocoyotzin, y el testimonio de varios indios relatado por el fraile Bernadino de Sahagún, se les describe como, “Perros enormes que iban carleando, con orejas dobladas o cortadas, flameante ojos de fiera de color amarillo inyectados en sangre, bocas abiertas, lenguas colgantes, estomagos demacrados, mostrando las costillas y con dientes en forma de cuchillos, salvajes como el demonio y manchados como los jaguares” . Hasta para los que son amantes de perros esto les sonaría como algo horripilante.

Como si fuera poco, esta raza canina también iba protegido con sendas tiras de cuero en ambos lomos y unas potentes protecciones de fieltro que se extendían desde la cruz del tren delantero hasta el nacimiento del rabo, de tal manera que parecía acorazado contra cualquier contingencia. Si a esto le añadimos los ostentosos y gruesos collares de púas de hierro para proteger el cuello de los perros de los ataques de flechas envenenadas y el durísimo entrenamiento al que los sometían sus amos que cobraban una soldada aparte por perro, estaríamos hablando de una arma casi apocalíptica. Los infelices indígenas que en sus enfrentamientos no habían pasado del arco y del machete y de algunas pedradas con buen tino, tenían más pavor a un alano que a un regimiento de arcabuceros. Según explica la Real Sociedad Canina de España, este tipo de perro se ha caracterizado siempre por medir hasta 60 centímetros, pesar de media unos 40 kilogramos y tener una considerable fuerza. «Originario de la Península Ibérica, se tienen referencias de su existencia desde el siglo XIV. Posiblemente descienda de los perros de presa traídos por los pueblos bárbaros tras la caída del Imperio romano», añaden desde la organización. Esto es: un animal de imponentes dimensiones que, entrenado, podía ser letal.

Como dice el historiador del siglo XIX, Cayetano Coll y Toste, en su obra «Colección de leyendas de Puerto Rico», aunque los caribes fueran numerosos y aguerridos, el héroe perruno sacaba fuerzas de flaquezas para salvar a sus compañeros humanos, mordiendo a diestra y siniestra, furiosamente. “Parecía un dragón mitológico, más terrible que Cerbero, el guardador de las puertas del infierno y del palacio de Plutón”, añade el historiador y escritor. Por tal razón, los españoles militares decían que cuando iban a la guerra, iban en mejor ánimo y se sentían que eran doble en número si estos perros heróicos estaban con ellos. Hasta pensaban “que Dios se lo avia enviado para su socorro”. Los crusados también usaron estos tipos de canes en su guerra contra los musulmanes quienes odian a los perros.

Por tanto, no es sorpresa que hayan sido usados desde el principio de la conquista y colocados delante de la filas de tropas. Pero no solo eso, estos perros también tenían la habilidad de distinguir entre los indígenas aliados de los enemigos. Como nos cuenta el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, “É con indios mansos tenia tanto conoscimiento como un hombre, y no les hacia mal. Y entre muchos mansos conoscia un indio de los bravos, é no paresecia sino que tenia juicio y entendimiento de hombre (y aun no de los necios)” . Sin olvidar que también «se quedaba estático contemplando a una india bella y le ladraba a las feas». Pero la batalla no fue el único momento en el que se distinguieron estas bestias de cuatro patas. Y es que, también eran idóneos para realizar largas guardias nocturnas, evitar emboscadas y «cazar» indios escondidos tras los setos. Algo, por otro raro, que no era extraño que hiciesen los lugareños, pues conocían perfectamente el terreno (por algo era su tierra) y aprovechaban cualquier escondrijo para dar un buen susto a los conquistadores.

El cronista Fray Pedro de Aguado, por ejemplo, afirmó que, en 1534, varios canes salvaron a un grupo de soldados de ser asesinados vilmente. «Llevaba unos perros consigo, los cuales, sintiendo el olor de los indios que estaban en la emboscada, fueron hacia el arcabuco y, sin osar entrar dentro, comenzaron a ladrar y descubrieron la celada». Allí estaban, agazapados y esperando, los enemigos. Por tanto, su colaboración evitó tener que llenar algún que otro ataúd de más. No en vano Cristóbal Colón señaló que no iría a ninguna parte sin ellos y que cada uno de estos lebreles valía como diez hombres.

Estos perros de combate también fueron usados por Juan Ponce de León, Nicolás Federmann, Sancho de Arango, y Hernán Cortés de Monroy. Hernan Cortés usó como media docena de estos perros para su expedición en las escaramuzas con los mayas tardíos. Los perros de los conquistadores daban tanto miedo que con su feroz presencia, representaban la viva manifestación de una insoportable forma de terror casi demoníaca. Siempre iban en primera línea acompañando a los ballesteros y delante de los arcabuceros, y por supuesto, cuando actuaban conjuntamente con la caballería, el pánico que causaban en las filas adversarias era extremo.

Finalmente, también eran usados, como no podía ser de otra forma, para conseguir comida. Así lo recoge Bernal Díaz del Castillo, cronista de lo sucedido al otro lado del Atlántico: «Había mucha caza de venados y conejos, […] matamos diez venados con una lebrela. Y muchos conejos». Un objetivo muy válido, pero que, para desgracia de los canes, podía acabar con ellos mismos en la cazuela. Y es que, si no atinaban a atrapar a la carrera a algún animalillo con el que poder hacer caldo, eran ellos los que eran asesinados en momentos de desesperación por los soldados y metidos entre pan y pan (o lo que allí hubiese, vaya) para alimentarse.

Existieron varios de estos perros que se convirtieron en famosos tanto entre los indígenas como entre las tropas españolas. El más conocido fue el Becerrillo, que pertenecía al conquistador de Puerto Rico, Juan Ponce de León y Figueroa, aunque pasó los últimos años de su vida con el Capitán Sancho de Arango. Según la crónicas americanas, Becerrillo era descomunal, con muchas manchas de color negro que irregularizaban su pelaje rojizo. Además, poseía una nariz oscura y unos ojos de color ocre que se hallaban circundados por pelo de tintes negruzcos. Tenía una mandíbula poderosa que albergaba unos dientes afiladísimos, capaces de arrancar de cuajo la extremidad de un adulto sin mayores dificultades. Tal era su fiereza que se decía que los indígenas preferían enfrentarse a diez soldados españoles que a él.

El perro en un principio no utilizaba la violencia, sino que se limitaba a arrastrar con suavidad al enemigo hasta la posición en la que se encontraban los aliados; pero cierto es que si oponían alguna clase de resistencia, la tenacidad de Becerrillo no tenía límites. Por último, el can era extremadamente fiel, puesto que era capaz de arriesgar su propia vida para salvar a cualquier allegado. Recibía ración de comida, a veces mejor que la de los soldados y sueldo equivalente al de un ballestero. Murió por una flecha envenenada en el año 1514 pero los españoles ocultaron su fallecimiento para seguir insuflando miedo a los indígenas.

Curiosamente, y a pesar de que es uno de los animales más famosos y más utilizados durante toda la conquista de América, la historia de este valiente can ha permanecido entre las más olvidadas de la época. Sin embargo, tales perros como el Becerrillo dejó muchos descendientes en Puerto Rico, que fueron igualmente valientes y uno en específico, llamado Leoncillo, que llevaron a Tierra Firme y perteneció al adelantado Vasco Nuñez de Balboa, uno de los principales conquistadores castellanos de las primeras décadas de la conquista. Combatió en el Darién, al sur del actual Panamá, muriendo también envenenado. Otros perros de conquista famosos fueron Amadis, que combatió en Santa Marta y Bruto, propietario de Hernando de Soto, que luchó en La Florida.

En fin, “Era una guerra anómala en la antigüedad, del hombre civilizado contra el hombre salvaje y necesitó domeñarlo, a sangre y fuego, con su caballo, su lebrel, su lanza y su espada; refriegas de emboscadas y sin cuartel, de uno contra mil, del fuego del arcabuz contra la flecha envenenada: guerra de dominación, de absorción. Lucha terrible de dos razas; y tenía que ser sangrienta. Era preciso usar todos los recursos del arte de combatir.” – Cayetano Coll y Toste, Becerrillo, Leyendas Puertorriqueñas

Fuentes:

“Soldados de cuatro patas: Los perros de guerra de España” de Juan Carlos Segura Just

https://ireneu.blogspot.com/2016/06/becerrillo-alano-conquistador.html?m=0

https://www.abc.es/historia/abci-becerrillo-perro-conquistadores-espanoles-murio-combatiendo-contra-decenas-indios-201904040147_noticia.html

https://es.wikipedia.org/wiki/Becerrillo
https://www.youtube.com/watch?v=Kj3HTFFl4Ic
https://www.youtube.com/watch?v=CjuuBG5vWQ8

2 thoughts on “Soldados de Cuatro Patas”
  1. Hola ,Sherlock,buena publicacion bro! Sabes ,seria interesante que hablaras mas acerca del diluvio universal y una refutacion al uniformismo (porque todavia veo ateos publicando en su pagina”Refuting noah flood” o “refutando creacionistas”)saludos

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