La Asunción de María. De la Leyenda al Dogma

“Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.” – Juan 3:13

                Según el dogma de la Asunción de María ella tuvo una resurrección y subió al cielo en cuerpo y alma de forma anticipada. Algunos llaman a este supuesto evento sobrenatural (o fabula apócrifa) como una dormición o transitus, es decir, que el cuerpo de María fue trasladado por ángeles al cielo donde luego fue coronada como Reina del Cielo por la misma Santísima Trinidad. Según la leyenda María murió y fue sepultada en presencia de todos los apóstoles quienes escucharon canticos angelicales durante tres días, pero que Tomás llegó tarde y que a pedido del incrédulo Tomás abrieron la tumba y la encontraron vacía. De ahí concluyeron que el cuerpo de ella había resucitado al tercer día y fue asunta al cielo en cuerpo y alma para ser coronada como la Reina del cielo. Incluso algunas versiones relatan que, ante la duda de Tomás, María bajo de los cielos y dijo “Alégrense, porque yo estaré con ustedes todos los días.” Todo esto suena como una pobre copia de la vida de Jesucristo. Encima se afirma que María murió no porque tuviera pecado sino porque al igual que Cristo “ella tomó para sí nuestro castigo y muerte” lo que significa que es co-Redentora. No hay duda de que este “otro evangelio” muestra como los católicos están extraviados “de la simplicidad que es en Cristo.” (2 Corintios 11:3 y Gálatas 1:6-9). A juicio del último Padre de la iglesia oriental griega, Juan Damasceno (675 - 749), este supuesto milagro ocurrió como un privilegio para María por ser la Madre de Dios, su pureza virginal, santidad perfecta, unión con Cristo para tener victoria sobre el mal y su necesidad de asimilarse a Jesús. Tales argumentos son las que también usó el papa Pio XII en 1950 para proclamar esta creencia como un dogma oficial para todos los católicos romanos.
  
            Sin embargo, las mismas webs católicas como aciprensa.com (Agencia Católica de Información) o Mercaba, la propia Enciclopedia Católica, algunos eruditos católicos como el sacerdote Jacques Paul Migne en su reconocido libro de Patrología Latina (p.162) y hasta el mismo papa Juan Pablo II (en su Audiencia General, miércoles, 2 de julio de 1997) admiten que el primero en mencionar la Asunción de María en la iglesia de Occidente fue Gregorio de Tours, obispo de Francia (siglo IV o V) pero basándose en un tratado griego y apócrifo llamado De Obitu S. Dominae, que lleva el nombre de San Juan, pero que es del siglo IV o V y que el primero en mencionarlo en la iglesia de Oriente fue Juan Damasceno en su sermón del tránsito de María llamado “Dormitione Deiparae” (siglo VII o VIII) pero basado también en el De Obitu S. Dominae y en otros libros apócrifos como el de Santiago (o Jacobo) de Sarug (451-521) y el Apócrifo o Protoevangelio de Santiago (conocido también como el Libro Secreto de Santiago) la cual no trata sobre el ministerio de Jesús sino que es una biografía de María la cual influyó y sentó las bases para la Mariología y las fiestas bizantinas de ella.    

           De hecho, ¿de dónde saca Damasceno que los supuestos padres de María se llaman Joaquín y Ana? Lo saca de este mismo falso libro llamado el Protoevangelio de Santiago. De hecho, el Protoevangelio de Santiago fue lo que inspiró también las fiestas y el arte mariana las cuales no tenían fundamento en la Escritura. En lo mismo se fundamentaron San Andrés de Creta, Juan de Tesalónica y Germán de Constantinopla. Sin embargo, tales libros fueron condenados por dos papas, Hormidas y Gelasio. Este último no solo condenó este tipo de literatura, sino que también prohibió que se usaran, ni se citaran ni se leyeran en las iglesias. Por tanto, el apologista católico que use este libro como apoyo de este dogma se pone bajo el anatema de su propia iglesia. Algunos apologistas católicos dicen que el papa Gelasio lo que hizo fue condenar la procedencia gnóstica del libro apócrifo mas no la doctrina. Sin embargo, eso no responde a la pregunta acerca ¿de dónde procede el dogma de la asunción de María? En otras palabras, si retrocedes antes de esos libros apócrifos y quitas esos libros de en medio ya no hay nada y te quedas sin pruebas. 
             Otros libros apócrifos asuncionistas que fueron condenados por el decreto Gelasiano por proceder de sectas gnósticas y heréticas y no de los apóstoles son las dos cartas: “B. Inatii missa S. Joanni", escritas cerca del 370, los "Hechos de San Juan por Prochurus", El Transitus Mariae atribuido al desconocido Pseudo Juan del cuarto siglo y el "Joannis liber de Dormitione Mariae" (Libro (o Tratado) de Juan (o Pseudo Juan) el Teólogo sobre la Dormición de María) del tercer a cuarto siglo y que es de marcado contraste ebionita y escritos por Leucio (160-170) quien fue señalado como hereje por algunos padres griegos posteriores (Epifanio Haer, Ll, 6, pg. 41, 897). También está el tratado denominado "De transitu B.M. Virginis" (Transito de María) que es falsamente imputado a San Melito de Sardes y la Dormición de Nuestra Señora, Madre de Dios y siempre Virgen María, escrita por Juan, arzobispo de Tesalónica (conocido como Libro de Juan de Tesalónica, fechable a inicios del siglo VII).
                Tampoco pueden faltar la carta espuria que es atribuida falsamente a Dionisio el Aeropagita de Atenas, siglo 1 (y conocida como Pseudo-Areopagita porque su verdadero autor es anónimo) al obispo Tito (363) y donde habla de su “dormición” (Dormitio mariae) y el PSEUDO JOSÉ DE ARIMATEA, De transitu Beatae Mariae Virginis (auctore PseudoJosepho ab Arimathea), refundición algo tardía de los dos escritos precedentes. En cuanto a los supuestos sermones de Jerónimo (libro llamado Pseudo-Jerónimo la cual pone a María asunta al cielo) y Agustín de Hipona para esta fiesta mariana ya se sabe que son apócrifos. Hasta la Enciclopedia Católica admite que tales relatos son apócrifos (espurios). De hecho, ni Ireneo, ni Crisóstomo, ni Agustín, ni Jerónimo, ni Eusebio que cubre los “principios del cristianismo” hablan sobre la Asunción de María sino solo los libros apócrifos. En otras palabras, tampoco vemos un gran interés en los Padres de la Iglesia del siglo I-III en la figura de María sino solamente en los apócrifos donde sus autores heréticos la reverenciaban más no por su virginidad o pureza sagrada sino por su conocimiento íntimo de los misterios gnósticos de su Hijo entre los cuales destacan la fábula escena de la Dormición o Asunción de María.
              A pesar de todo esto y en un intento de justificar dicha falsa doctrina, algunos apologistas marianos como el sacerdote Joaquín Cardoso en su librito, “La Asunción de María Santísima” asume que “los autores siempre se refieren a una antigua tradición sobre el asunto”. Sin embargo, no dice a cuál tradición se refiere pues dicho dogma de la Asunción no aparece en la tradición bíblica ni en la tradición eclesiástica sino solo en relatos apócrifos de sectas heréticas. Sin olvidar que casi todos los eruditos (incluyendo teólogos y eruditos católicos como Ludwig Ott, Jose Cristo Rey García, Munich, I. Dullinger, J. Ernst, Henri Bourgeois, Bernard Sesbone, Paul Tihon, Mark J. Bonocore y el patrólogo B. Altaner) fechan los primeros apócrifos asuncionistas en el siglo IV. Como dice el teólogo católico, Jean Galot, “En el principio, la comunidad cristiana no tenía ni siquiera ningún recuerdo de la muerte de María.” Por tanto, estos libros apócrifos solo sirven para demostrar que la mariolatría no es nada nuevo.
            Es más, este tipo de marianismo lo vemos también hasta en las Escrituras en Lucas 11:27-28 donde Jesús reprende aparentemente a la primera mariana de la historia y el testimonio de Epifanio de Salamina contra los coliridianos (los antepasados de los marianos modernos) cuya secta gnóstica con tintes cristianos trataban (aunque lo negaban) a María como si fuera una diosa y hasta con tortas (pasteles). Según el mismo Epifanio estos herejes también usaban el contenido de los libros apócrifos asuncionistas (las cuales también eran gnósticas) para defender la Asunción de María y su “veneración” hacia ella. ¿Les suena familiar? (Vea Jeremías 7:18). Pero como Epifanio también creía en dicho dogma (aunque luego admite no poder defenderlo) decide exponer su posición neutral al respecto. Por tales razones rechazamos el dogma mariano de la Asunción. 
              Históricamente hablando, Isidoro de Sevilla propuso una defensa de dicho dogma y el primero que lo hace es Epifanio de Salamina en el siglo cuarto (403) quien habló en una carta sobre la Dormición y Transito de María en 371. Pero no se compromete con la defensa y termina reconociendo que no sabe nada definitivo sobre el tema (Haer., LXXIX, 11). Su mejor argumento fue ser el primero en asociar la mujer de Apocalipsis 12 con María lo cual ya ha sido refutado por muchos apologistas evangélicos y cuando la mayoría de los demás Padres de la Iglesia la asociaban con la Iglesia y ninguno con la Asunción. Las representaciones (arte) de la Dormición de María de la Edad Media tampoco sirve para sostenerla puesto que también son tardíos. De hecho, según los documentos que tenemos a nuestro alcance y el criterio unánime de los expertos, las primeras imágenes que se conservan de la iconografía o Dormición de María datan del siglo X.
           Todo esto explica la larga demora de la iglesia católica en declarar la Asunción de María en un dogma de fe el 1 de noviembre de 1950 por el papa Pío XII y en forma “infalible” (ex catedra). Esto a pesar de que la propia erudición católica reconoce que no hay evidencia bíblica, ni histórica (fuentes tempranas), ni Patrística para esta creencia y cuando consideran esta supuesta asunción de María como una leyenda o fiesta piadosa nacida en el populacho indocto. En otras palabras, solo lo aceptan como un misterio de fe, es decir, solo porque su iglesia lo dice (sola ecclesia) lo cual es un razonamiento circular (falacia de petición de principio).        
                  Por último, algunos apologistas católicos como el P. Joaquín Cardoso han tratado de salir con nuevos argumentos apelando a dos documentos para defender este dogma. La primera es diciendo que existe una carta de Dionisio de Alejandría (llamado también Dionisio el Grande o el Egipcio) a Tito en el siglo III (363) y el cual ellos dicen que no debe confundirse con Dionisio el Areopagita y que eso demuestra que fue enseñada por los apóstoles ya que un erudito llamado el Dr. Nirschi la estudió a fondo y dijo que era “absolutamente autentica”. Sin embargo, hay dos problemas con este tipo de argumento anacrónico. El primero es que Dionisio el Grande fue patriarca de Alejandría y el obispo más eminente del siglo III (248-264) mientras que Tito fue obispo de Creta en el siglo 1 (alrededor de 53-65).    
                 Por tanto, ¿cómo pudo Dionisio de Alejandría escribirle cartas a Tito si ambos eran de diferentes épocas? Además de que ninguna de las cartas que tenemos a nuestro alcance de Dionisio el Grande hace referencia a Tito. A menos que sea Cardoso el que está confundiendo a Dionisio de Alejandría con Dionisio el Areopagita (de Atenas, siglo 1) pues sí hay cartas de un Pseudo Dionisio el Areopagita (el verdadero autor de tales escritos es desconocida) dirigidas no solo a Tito sino a Timoteo, Policarpo, Pablo y hasta a Juan, pero son consideradas apócrifas y del siglo VI (Stanford Encyclopedia of Philosophy, On the Confusion Between Dionysius and Pseudo Dionysius).  
            Aun si existiera una carta atribuida a Dionisio de Alejandría o Dionisio el Areopagita a Tito, el clasificarla como “genuina” solo porque un erudito lo dice seria apelar a una falacia de autoridad porque hay otros eruditos (incluyendo eruditos católicos) que también la han estudiado a fondo y sin embargo no la reconocen como autentica sino como un documento falso. Hasta la misma Enciclopedia Católica admite que, “La creencia en la asunción corporal de María está fundamentada en el tratado apócrifo de Obita S. Dominae, teniendo el nombre de San Juan, el cual sin embargo pertenece al cuarto o quinto siglo.” 
             La Enciclopedia Católica también afirma que las demás cartas (incluyendo el de Dionisio el Areopagita) que se menciona sobre el tema son espurios, es decir, NO son absolutamente auténticos y que “Gregorio de Tours [no Dionisio de Alejandría o Dionisio el Areopagita] fue el primero en mencionarlo.” De hecho, en dicha carta espuria de Dionisio el Areopagita ni siquiera se menciona nada sobre la asunción de María, sino que solo dice que fue sepultada en Getsemaní, Jerusalén lo cual podríamos estar de acuerdo con esa posibilidad. Pero aun si la carta dijera que María fue asunta al cielo eso no quitaría el hecho de que sigue siendo un escrito apócrifo.
              El segundo documento que usan es el sermón o las homilías del último Padre de la iglesia oriental griega, Juan Damasceno (675-749), sobre el “Dormitione Deiparae”, quien presentó la Asunción o glorioso tránsito de María como una tradición católica, y confesó basarse en el relato del Patriarca y obispo de Jerusalén, Juvenal (418-458) que se encuentra en la Enthymiaca Historia (Historia Eutiquiana, Libro II, capitulo 40). Pero contemos la historia completa. En primer lugar, tanto Damasceno y Juvenal asumen tales creencias a partir de libros antiguos de finales del siglo II como el Apócrifo o Protoevangelio de Santiago (conocido también como el Libro Secreto de Santiago) la cual no trata sobre el ministerio de Jesús sino que es una biografía de María la cual influyó y sentó las bases para la Marianología y las fiestas bizantinas de ella. De hecho, ¿de dónde saca Damasceno que los supuestos padres de María se llaman Joaquín y Ana? Lo saca de este mismo falso libro llamado el Protoevangelio de Santiago. De hecho, el Protoevangelio de Santiago fuelo que inspiró también las fiestas y el arte mariana del siglo VII en adelante y las cuales no tenían fundamento en la Escritura.
               Segundo la Enthymiaca Historia cuenta que en el año 451 la emperatriz bizantina, Aelia Pulqueria, esposa del emperador Flavio Marciano, había edificado muchas iglesias en la ciudad de Constantinopla y quería poner el cuerpo de María en una de ellas [algunos dicen para enriquecerse], pero cuando le pidieron con instancia el envío de las reliquias (los restos) de María al patriarca ortodoxo y obispo de Jerusalén, Juvenal (quien poseía supuestamente el cuerpo), el obispo respondió diciendo que no había cuerpo ni reliquia alguna de María porque ella dejó su tumba 3 días después de su funeral (catholic.net). Prácticamente le dijo que no lo tenía porque se fue como pajarito al cielo. 
             Como “prueba” Juvenal le admite a Pulqueria que “no hay datos en las Escrituras sobre este asunto” (lo cual contradice a los apologistas católicos como Dante Urbina y el sacerdote Joaquín Cardoso quienes sostienen que sí lo hay). Pero luego dice que lo “sabemos sobre todo esto de la más antigua y creíble tradición” sin mostrar ningún tipo de prueba (Damascene, II, 18, pp. 171-173; iglesia ortodoxa, https://iglesiarusa.info/?p=658) lo cual le quita más credibilidad a este cuento religioso porque si la Asunción de María siempre fue creída por la iglesia primitiva entonces ¿cómo es posible que el emperador Marciano y su esposa no sabían de esta supuesta tradición “cristiana” y notoria? Principalmente cuando Pulqueria edificó varias iglesias en Constantinopla y era una mujer no menos docta que piadosa.
            No solo eso, ¿cómo podían obtener el pretendido sepulcro de María cuando los escritores de aquellos tiempos no sabían con exactitud dónde estaba la tumba de ella? De hecho, por más de 6 siglos era incierto su lugar de entierro y aúndura al presente, del lugar donde vivía María y de la ciudad donde murió, si fue en Jerusalén, en Éfeso o en algún otro lugar. Además, comete una falacia de tradición (afirmar que lo verdadero es aquello que se lleva creyendo desde hace mucho tiempo) pues dicho dogma no aparece en la tradición bíblica o eclesiástica sino solo en relatos apócrifos.     
               Otros apologistas católicos dicen, “Pero Martin Lutero y otros reformadores como Calvino y Zwinglio lo creían.” Sin embargo, hay dos tipos de problemas con este argumento. La primera es que dicho argumento no prueba la asunción de María, sino que lo único que demuestra es que un hombre con influencia católica y del siglo 16 creyó por un tiempo en la Asunción de María. Sin embargo, no se está debatiendo si Lutero, Calvino o Zwinglio creían o no en la Asunción de María sino si el hecho fue verídico o no verídico. Que una persona crea o no en esta creencia no demuestra nada por lo que solo nos remitimos a las pruebas.
          Y segundo su argumento apela a una falacia de hombre de paja porque yo no soy luterano o calvinista sino Bautista (evangélico) los cuales siempre han existido desde mucho antes de que naciera Lutero y Lutero tampoco es parte de nuestro magisterio, ni lo consideramos infalible ni es nuestra autoridad final sino solo la Biblia la cual no habla de la asunción de María y por esta razón lo rechazamos. Nuestra fe no está basada en la palabra falible de un hombre (Lutero) sino en lo que dice La Palabra infalible de Dios. La Biblia y solo la Biblia es nuestra autoridad final en materia de doctrina, fe y práctica. No lo que dijo un reformador protestante, un papa o los libros apócrifos que es donde los marianos sacan la fábula de la asunción de María. En otras palabras, nosotros no creemos en la Asunción de María porque creemos en la Biblia la cual es palabra verdadera mientras que los católicos creen en los libros asuncionistas [aunque los condene a la misma vez] los cuales son documentos falsos. He ahí la diferencia.                      
                 Simplemente no hay sustento patrístico, ni bíblico, ni histórico que apoye la falsa doctrina de la Asunción de María sino solo relatos apócrifos y tardíos las cuales dos de sus papas como Gelasio condenaron y la fe ciega en la “infalibilidad” de su magisterio (porque su “iglesia” lo dice) lo cual también es insostenible escrituralmente, falsas analogías, la eiségesis (agregar al texto algo que no dice) y razonamientos circulares (falacia de petición de principio). Pero lo peor de todo es que caen en una blasfemia al tratar de aplicarle los mismos títulos y acciones divinos que solo le pertenecen al Creador (Jesús) a una criatura humana (María). Con este tipo de idolatría no están dignificando a María sino endiosándola cosa que ni la misma María aceptaría. Pero si realmente quieren honrarla entonces ¿por qué no mejor obedecer el único mandamiento que ella nos dejó? “Hagan lo que él les diga” (Juan 2:5) y ¿qué fue lo Él nos dijo? “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6).