¿Quién fue Samuel Morris?

Antes de convertirse en un misionero africano en América del Norte y considerado como un héroe de la fe cristiana, Samuel Morris era tan sólo uno de los miles de jóvenes nativos escondidos en las selvas del África Occidental. Su tribu descendía de los Kru y habitaba en los bosques al oeste de la Costa de Marfil. Su nombre nativo era Kaboo. Su padre era jefe de la tribu. Pero, a pesar de que Kaboo era el hijo mayor de su padre y así un príncipe, en todo el mundo no existía una criatura más miserable que él.

Había caído de una posición de libertad y honor a una de desgracia y peor que la esclavitud. En aquellas regiones era costumbre que un jefe derrotado en una guerra debía dar a su hijo mayor en prenda o rehén para asegurar el tributo que se imponía al vencido. Si el pago se retrasaba, el hijo frecuentemente era sometido a torturas. Esa fue la suerte de Kaboo. Siendo aún pequeño su padre fue derrotado por otras tribus vecinas y Kaboo fue puesto en vigas para su flagelación final. Sin embargo, y de pronto, algo muy extraño sucedió.

Una gran luz, como la de un rayo, irrumpió sobre él. Los que estaban a su alrededor quedaron enceguecidos por ella. Una voz audible que parecía venir de lo alto le ordenó levantarse y huir. Todos oyeron la voz y vieron la luz pero no vieron a ningún hombre, y no lograban entender de qué se trataba. Al mismo tiempo tuvo lugar una de esas sanidades instantáneas que la ciencia no puede explicar ni negar. En un abrir y cerrar de ojos Kaboo recobró sus fuerzas. No había comido ni bebido en todo el día; sin embargo, no sintió hambre, sed o debilidad. Saltando, obedeció a esa voz misteriosa y huyó de los consternados enemigos con la velocidad de un ciervo.

Aunque pagano, Kaboo supo que fue Alguien sobrenatural que lo rescató, pero nunca había escuchado del Dios cristiano, ni de un Salvador que una vez fue puesto como prenda, en rescate por muchos. Este príncipe terrenal que pocos momentos antes había estado colgado en vigas para ser torturado jamás soñó que un Príncipe celestial había sido también aprisionado, burlado y golpeado padeciendo una muerte degradante, después de una lenta tortura, sobre dos maderos en cruz.

Luego empezó a huir a toda velocidad y solo en la selva donde nadie podía tener la esperanza de sobrevivir mucho tiempo. Sin armas, sin tener a quién recurrir, sin saber a dónde dirigirse, su situación era desesperante. Después de caminar muchas noches, Kaboo llegó milagrosamente a una plantación en las afueras de una ciudad, junto a un río. A primera vista, comprobó que aquella no era una aldea nativa, sino una población extranjera, peculiar del hombre blanco. Hubiera temido acercarse a los edificios si no hubiese visto a uno de su propia tribu Kru, trabajando a cierta distancia. Kaboo se le acercó y se enteró, para su gran alegría, que no había caído en manos de esclavizadores sino de liberadores de esclavos.

De esta manera Kaboo fue guiado a la comunidad que, de entre miles, podía brindarle verdadera seguridad. Por su trabajo le dieron una litera en las barracas, comida y ropa sencilla, como la que usaban los otros obreros nativos. Tiempo después, la señorita Knolls, de Fort Wayne, Indiana, Estados Unidos y educada en la Universidad de Taylor y muchos otros, después, ayudaron en la instrucción de Kaboo, pero fue ella quien lo guio al reino de Dios y le hizo ver su verdadera misión en la vida.

Después de aquella intervención intempestiva en la reunión, Kaboo comenzó a participar regularmente de los cultos religiosos y de las clases que la señorita Knolls conducía. Muy pronto, Kaboo recibió a Jesús, este “recién descubierto” Salvador de almas, el mismo “Dios desconocido” que hacía poco tiempo le había sanado el cuerpo. Sin embargo, Kaboo no estaba satisfecho. Anhelaba poder predicar a su propia tribu Kru, en su idioma, las buenas nuevas del amor de Dios, que habían traído paz a su corazón y así hizo no solo en Africa sino que también viajó a Estados Unidos donde ganó cientos de vidas para el Señor y estudió en la Universidad de Taylor donde fue de mucha influencia.

La vida de Samuel Morris ha sido objeto de cinco novelas, más de una docena biografías, una película de 1954, y un documental 1988. La Universidad Taylor ha nombrado numerosos edificios, becas y una sociedad en su honor. La increíble historia de Morris ayudó a inspirar a otras personas a ir a África para dar buenas nuevas.