La Muerte de Cristo 

          Una vez Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?» (Mateo 13:16-20). Sus discípulos le dijeron que la gente tenía diferentes ideas con respecto a su persona. Hoy en día la gente sigue debatiendo sobre esta pregunta todavía. En el Corán de los musulmanes dice que Jesús solo fue un profeta de Dios que no murió crucificado. Sin embargo, tanto los documentos históricos paganos, judíos, cristianos, romanos y griegos indican que Jesús sí murió crucificado. El judaísmo cree que Jesús murió crucificado pero niega su resurrección y es ahí donde el cristianismo y el judaísmo debaten para probar cuál es correcta. Los argumentos de los cristianos son más sólidos. Sin olvidar las profecías cumplidas en Jesús que demuestran que es el único que ha resucitado de la tumba y el único Dios verdadero. En el caso de los ateos la respuesta puede variar pues algunos no creen que ni siquiera existió. Lo cierto es que según la abrumadora evidencia histórica Jesús fue real y murió crucificado. ¿Pero quienes fueron verdaderamente responsables de su muerte y qué tan terrible fue esa crucifixión?

¿Quién tuvo la culpa?

          Mucha gente tiende a culpar a los judíos por la muerte de Cristo. Hasta la película “La Pasión de Cristo” de Mel Gibson fue muy criticada principalmente por lo judíos porque la consideron como una película anti-Semítica. Aunque NO todos los judíos condenaron a Jesucristo pues sus discípulos, los que le seguían, eran judíos, es cierto que la Biblia nos muestra que tanto los líderes judíos como el pueblo judío tomaron parte en la muerte de Jesucristo. Mateo 27:25 es claro en esto cuando dice que los judíos declaran: “Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.” Sin embargo, de acuerdo a los evangelios los gentiles (romanos) también fueron partícipes de la muerte de Jesucristo (Lucas 24). De hecho, el Sanedrín no podía imponer la pena de muerte sin la ayuda de los autoridades romanas, principalmente de Pilato (Juan 18:31; Hechos 4:25-28). Así que la Biblia es clara cuando nos muestra que algunos de los antiguos judíos y romanos mataron a Jesús de Nazareth, a pesar de que era inocente. Pero no solo eso, según la Biblia, ellos NO son los únicos responsables por la muerte de Cristo sino que la razón de la muerte de Cristo es porque Jesús murió por causa del mundo entero (Romanos 4:25; 8:32). Por tanto ¿quién mató realmente a Jesucristo y por qué tuvo que morir? La respuesta es TODOS nosotros. En otras palabras, usted y yo, no solo algunos judíos y romanos de la antigüedad. Pero las buenas nuevas es que todos podemos ser salvos de nuestros pecados porque Cristo murió y resucitó por nosotros.

 ¿Cómo murió? 

           Ni Herodes, ni Pilato podían encontrar en Jesús ninguna evidencia que lo hiciera culpable, y mucho menos nada que lo hiciera merecedor de la pena de muerte. Pero con la esperanza de apaciguar la multitud, Pilato les hizo un ofrecimiento que constaba de dos partes. Jesús sería azotado. Pero con esto no se refería que Jesús iba recibir unos cuantos latigazos normales. En manos vigorosas el azote romano era un instrumento mortífero. Consistía de varias correas de cuero unidas. Cada correa solía llevar pedazos de plomo de trecho en trecho. La víctima era atado en a un poste y cuando el látigo golpeaba la espalda, el hueso y el metal se incrustaban en la carne. Al separar el látigo, literalmente se desgarraba la carne de la espalda. Unos cuantos latigazos bastaban para hacer trizas la espalda de un hombre. Se dice que este tipo de azote era tan severo que muchas veces la víctima moría allí misma. Como este tipo de castigo era tan horrible pues Pilato lo que pretendía con esto era calmar los ánimos de los acusadores de Jesús y así forzarlos a aceptar la segunda parte de su ofrecimiento que era dejar libre a Jesucristo. Pero aún así el pueblo no tuvo piedad y seguían diciendo que querían que Jesús fuera crucificado. Luego todos sabemos que a Jesucristo se le puso una corona de espinas y un manto color púrpura que era usado sólo por la realeza solo con la intención de humillar y burlarse de Jesucristo.

Por último Pilato le dice a los judíos: He aquí vuestro Rey!

Pero ellos gritaron: Fuera, crucifícale!

Pilato les dijo: A vuestro Rey ¿he de crucificar?

          Por tanto, lo peor estaba por venir. A los 33 años Jesús fue condenado a muerte y enviado a la cruz, la “peor” muerte de la época. “La crucifixión reunía las cualidades que los romanos más apreciaban en una ejecución: agonía intensa, muerte lenta, espectáculo público y humillación total”, comenta Charles Swindoll en su libro Jesus: The Greatest Life of All (Jesús, la vida más grande de todas). El autor cuenta además que las crucifixiones estaban a cargo de un equipo de soldados llamado un quaternion, liderado por un exactor mortis, cuya única función era que la ejecución romana fuera un espectáculo aterrador. Después de que el lictor terminaba con su cruel tarea, el exactor mortis y su equipo desnudaban al prisionero, lo obligaban a llevar el implemento de su muerte, una cruz que pesaba más de cien kilos, al lugar de la ejecución y le colocaban un letrero alrededor del cuello en el que estaba escrito el nombre del preso y todos sus delitos”. Tras ello, comenzaba una larga y lenta marcha por las principales partes de la ciudad hasta la zona de ejecución, lo que hoy se conoce como el “Vía Crucis”.

            A Jesús lo ayudó Simón de Cirene, como narran los evangelios, porque producto del shock no podía mantenerse en pie. Los condenados eran llevados al lugar conocido como Gólgota, que significa: “Lugar de las calaveras”, y eran puestos sobre el madero y atadas a la cruz con los brazos y piernas extendidos. Para apresurar el final, el exactor mortis podía clavar a la víctima, en vez de atarlo, lo que producía la muerte en cuestión de horas. Así pasó con Jesús. Cristo rechazó el leve sedante que le daban a los condenados antes de la crucifixión. Lo desnudaron completamente y empujaron su espalda contra la cruz. Un soldado se encargó del pecho, otro de las piernas, mientras que otros dos le extendían los brazos e introducían un clavo de quince centímetros entre las palmas de sus manos y sus muñecas, lo cual dañó severamente los nervios de sus brazos y antebrazos. Después le doblaron las rodillas, pusieron su pies contra una estaba y le atravesaron cada uno con un clavo. Los soldados levantaron la cruz y dirigieron su base hasta un hueco. De pronto, la cruz quedó en posición vertical y luego cayó su base en el hueco haciendo un ruido sordo. “Quienes eran clavados o atados en la cruz tenían que mantener el cuerpo en constante movimiento para aliviar el dolor en los brazos, el pecho y la piernas. Con el pasar de las horas, respirar se les hacía más difícil, exigiendo cada vez más esfuerzos del condenado. La muerte de las víctimas se producía usualmente por deshidratación, inanición o asfixia por fatiga”, asevera Swindoll.

            Dos aspectos de la muerte de Jesús han sido causa de una gran controversia. Uno es la naturaleza de la herida en el costado, y el otro es la causa de muerte luego de solo varias horas en la cruz. El evangelio de Juan describe la herida en el costado de Jesús y enfatiza la súbita efusión de sangre y agua. Algunos autores han interpretado la efusión de esta agua como ascites u orina, de una perforación de la vejiga a nivel abdominal medio. Sin embargo, el término griego (pleura) usado por Juan claramente denota lateralidad y frecuentemente implica las costillas. Por tanto, parece probable que la herida fue en el tórax y muy distante a la línea media abdominal. A pesar de que el lado donde se produjo la herida no fue indicado por Juan, tradicionalmente se ha mostrado en el lado derecho. En apoyo a esta tradición está el hecho de que una gran efusión de sangre es más viable con una perforación del atrium o ventrículo derecho distendido. A pesar de que el lado de la herida nunca podrá ser establecido con seguridad, el derecho es más probable que el izquierdo.

           El escepticismo en aceptar la descripción de Juan ha surgido por la dificultad de explicar, con precisión médica, la efusión tanto de sangre como de agua. Parte de esta dificultad se crea al asumir que la sangre apareció primero, y luego el agua. Sin embargo, en el griego antiguo, el orden de las palabras generalmente denotaba prominencia y no necesariamente secuencia en el tiempo. Por tanto, parece probable que Juan estaba enfatizando la prominencia de la sangre en lugar de su aparición antes del agua. Por consiguiente, el agua probablemente representaba fluido pleural y pericardial, y habría precedido la efusión de sangre, siendo también menor en volumen que esta. Tal vez, en la generación de la hipovolemia y el inminente paro cardíaco, se habrían desarrollado efusiones pleurales y pericardias y habrían agregado al volumen del agua aparente. La sangre, por contraste, podría haberse originado del atrium o ventrículo derecho, o tal vez del hemopericardium. La muerte de Jesús luego de solo tres a seis horas en la cruz sorprendió hasta Poncio Pilato. El hecho de que Jesús clamara a gran voz y luego inclinara la cabeza y muriera sugiere la posibilidad de un evento catastrófico terminal. Una explicación popular es que Jesús murió de ruptura cardíaca. En el escenario de la flagelación y la crucifixión, con estados asociados de hipovolemia, hipoxemia y un estado coagulable alterado, se habrían formado vegetaciones trombótica no infectivas en la válvula aórtica o mitral. Estas podrían haberse filtrado por la circulación coronaria, produciendo así una aguda infarción transmural del miocardio. Aunque poco común, podría haber ocurrido una ruptura de la pared libre ventricular en las primeras horas luego de la infarción.

            Sin embargo, hay otra explicación más probable. La muerte de Jesús pudo haberse precipitado sencillamente por su estado de agotamiento y por la severidad de la flagelación, con su consecuente pérdida de sangre y estado pre shock. El hecho de que Él no pudo cargar su patibulum apoya esta interpretación. La causa real de la muerte de Jesús, así como la de otras víctimas de crucifixión, pudo haber sido multifactorial y relacionada primariamente a shock hipovolémico, asfixia por agotamiento, y agudo paro cardíaco. Una arritmia cardíaca fatal pudo haber sido la causa del evento catastrófico terminal. Por tanto, no se puede dejar por sentado si Jesús murió de ruptura cardíaca o falla cardiorespiratoria. Sin embargo, el hecho a resaltar no es cómo Él murió, sino si murió. Está claro que el peso de las evidencias históricas y médicas indican que Jesús estaba muerto antes de producirle la herida en su costado, y soporta el punto de vista tradicional que la lanza clavada entre sus costillas derechas, perforó no solo el pulmón derecho sino también el pericardio y el corazón, asegurando así su muerte. Por consiguiente, las interpretaciones basadas en la suposición de que Jesús no murió en la cruz parecen estar en contraposición con los conocimientos médicos modernos.

             Todo eso pasó Jesús, sólo para que tú tengas un libre acceso a Dios. Para que tengas todos tus pecados lavados”.¡Todos ellos sin excepción! No ignores esta situación. De hecho, hasta hoy la crucifixión es considerada la forma más brutal de ejecución debido a que la muerte era lenta y a veces la agonía duraba varios días (Vea también el filme documental, “El Caso de Cristo” del ex ateo Lee Strobel). Más a todo este tormento había que añadirle la humillación de estar expuesto desnudo delante de mucha gente que, en el caso de Jesús, venía burlarse. Sin embargo todo esto ya estaba profetizado. Mil años antes, Dios había instruido al rey David para que escribiera un Salmo completo acerca de la manera en que moriría Jesús (Salmo 22:6,7, 16,17; Zacarías 12:10). Esta profecía fue escrita de hecho mucho antes de que los romanos llegaran al poder y con una autoridad de mas o menos ochocientos años a que los romanos adoptaran la crucifixión como una de sus formas oficiales de castigo capital.  Setecientos años antes que esto sucediera, el profeta Isaías también lo había escrito: (Isaías 50:6; 53:3-5,7-9), pero la buena noticia es que la profecía también declaraba que “después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.” y así también se cumplió (Salmo 16:10 y Lucas 24:33). En otras palabras, nosotros los cristianos no adoramos a un Cristo muerto y moribundo sino un Cristo que vive por los siglos de los siglos.  Esto es lo que diferencia de las demás religiones. Lo que es Buda, Mahoma, Confucio, usted nombrelo, todos ellos murieron y permanecen muertos pero Cristo ha resucitado. La resurrección es el milagro por excelencia del cristianismo porque si Cristo no resucitó, no hay evangelio. Si no hay evangelio, nadie podrá ser salvo. El mismo Pablo dijo “…si no hay resurrección vana es nuestra fe…” (1 Corintios 15:1-4,14)

           Por otro lado, no hay duda de que el Señor Jesús fue torturado sin misericordia antes de ser crucificado. Pero recordemos que esto no fue algo para ser visto gráficamente en una pantalla enorme y a todo color. Cuando el Señor Jesucristo fue crucificado no fueron ocho horas de maquillaje con sangre falsificada y efectos especiales. Fue su verdadera y preciosa sangre sin pecado la que fue derramada en la cruz del Calvario. La cruz de Jesucristo fue el momento más oscuro y más deshonroso en la historia del humanidad (Gálatas 3:13). Fue un día en la que el sol rehusó resplandecer y un día en la que las tinieblas cubrieron al Hijo de Dios en la cruz para ocultar la vergüenza (Mateo 27:45). Sin embargo, algunos cristianos creen que necesitan ver una película para saber más acerca del Señor Jesús. Como el discípulo Tomás, creen que si “ven” con lujo de detalles, los azotes, los golpes, el dolor y la angustia lo pueden amar más. Creen que si “ven” la sangre, la carne rasgada, y lo que el Señor pasó por ellos le pueden servir mejor. Suena lógico. Sus motivos son sinceros. Por supuesto que te tocará. Por supuesto que te hará llorar. Cualquier ser humano que fuera torturado de esa forma tan brutal sacudirá nuestras emociones. Pero ¿realmente creemos que una cruda y polémica cinta de Hollywood puede espiritualmente hacer algo mejor o “mostrar” algo más que la Palabra inspirada de Dios? (Salmo 119:103). Es la Palabra escrita de Dios la que trae salvación, fe y crecimiento espiritual (1 Pedro 1:23; Romanos 10:17 y 1 Pedro 2:2). Después de todo, “por fe andamos,  no por vista” (2 Corintios 5:7). Por tanto, lo importante aquí no es cómo murió Jesús sino que Jesús murió por nosotros y que resucitó al tercer día.

En conclusión, creer que Cristo murió, eso es historia; creer que Cristo murió por mí, eso es salvación y su resurrección es la garantía de la nuestra, saludos.

https://www.allaboutarchaeology.org/spanish/evidencias-de-jesus.htm

http://tododegracia.150m.com/muertefisica.htm