“Si Adán era perfecto entonces ¿por qué pecó?”     
           Todo depende a qué se entiende por "perfecto". Obviamente solo Dios es perfecto en sentido absoluto (Deuteronomio 32:3,4; Salmo 18:30; Santiago 1:13 y Marcos 10:18). Sin embargo, dicha palabra puede tener otros significados. Por ejemplo, en Mateo 5:48 se nos exhorta a “Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48) refiriendose a ser recto, bueno, justo o maduro espitualmente como Noé (Génesis 6:9 y Santiago 3:2). En el caso de Adán, él fue moralmente perfecto en el sentido de que Dios lo creó sin pecado y por tanto reflejaba la gloria, el intelecto y la belleza de Dios pero no era impecable (Eclesiastés 7:29 y Génesis 1:31).      
           Además de que no se enfermaba, ni envejecía, ni moría. No era un "simio" o intelectualmente deficiente de ninguna manera sino perfecto en la medida de su humanidad. Ya cuando cayó en pecado entonces dejó de ser perfecto. Lo mismo se puede decir de Satanás (Ezequiel 28:15). Por tanto, la perfección en la criatura está ligada a su primer estado, sin pecado. El que Dios lo creara con la libertad de decisión para que su obediencia fuera puesta a prueba no significa que no fuera perfecto pues sin la posibilidad de pecar hubiera quedado incompleto o imperfecto. De hecho, el primero en asumir que Adán no era perfecto por haber pecado fue Marción de Sinope (conocido también como Marción el Gnóstico o Marción el Hereje). 

           La perfección de Adán no era definitiva, ni absoluta, sino relativa y provisional. Sin embargo, Adán fue dotado con toda la madurez y el poder del conocimiento de Dios y las condiciones morales necesarias para permanecer en un estado de perfeccion relativa y totalmente santo hasta recibir la perfeccion absoluta si hubiera querido. De esta forma, habria obtenido para sus descendientes la definitiva inmortalidad, la perfeccion de la cual cayó todo el género humano. Este hecho nos ayuda bastante para afirmar que efectivamente Dios concedió una verdadera libertad a la criatura. En otras palabras, la condición de Adán no era "no poder pecar" sino "poder no pecar".      
           Lo mismo se puede decir de los ángeles y de Jesús solo que con la diferencia de que Él escogió ser obediente. Sin embargo, Dios nos ve perfectos (santidad posicional) cuando nacemos espiritualmente de nuevo en Cristo Jesús y porque recuperaremos esa perfección que perdió Adán, una perfección como jamás la ha soñado el hombre cuando nuestros cuerpos mortales sean transformados en uno incorruptible, inmortal e impecable como la del Cristo resucitado (Filipenses 3:21; 1 Juan 3:2; Romanos 8:18-29 y Apocalipsis 21:5). No hay mejor utopía hecha realidad que esta. ¿Y por qué Dios no lo impidió? Por dos razones, primero porque lo creó con la libertad de decisión (libre albedrío) y segundo "para la manifestación de su gloria" pues ya tenía preparado un plan para remediar el problema el cual es Cristo, nuestro Salvador (Efesios 1:11; Romanos 11:33 y Proverbios 16:4). 

           En otras palabras, el pecado entró por permiso divino y la temática de Judas Iscariote es paralela al caso del pecado de Adán pues estuvo predestinado y profetizado de que cometería un horrible pecado contra el Hijo de Dios pero que fue tomado en cuenta para Su plan eterno con relación a la obra de Cristo; pero la causa eficiente del acto pecaminoso provino de Judas y no de Dios (Juan 17:12; Hechos 2:23 y 4:28). En fin, la explicación que ofrece la Biblia y la teología cristiana de que la muerte y el sufrimiento vinieron por el pecado original o rebelión del hombre es más racional e inteligente que todos los sistemas filosóficos humanísticas.