¿LA PRIMERA LEY DE LA TERMODINÁMICA CONTRADICE UN INICIO DEL UNIVERSO?

En el contexto de un debate sobre la existencia de Dios donde se usa el argumento cosmológico Kalam para demostrar que el universo, por llegar a existir, tuvo una causa; se suele afirmar que el universo no vino a la existencia, sino que siempre ha existido. Pero no solo esto, sino que en el mismo tenor, se suele invocar la ley de la conservación de la masa y la energía como evidencia científica de que el universo no tuvo un comienzo, sino que ha existido siempre.

Sin embargo, dicha vieja creencia sostenida tanto por paganos y ateos de que el universo es eterno ya ha sido refutada y descartada por la ciencia moderna (la ley de causa y efecto, la segunda ley de la termodinámica, la expansión del universo, la relatividad de Einstein, etc). Esto confirma la primera gran verdad registrada en la Biblia de que el universo tuvo un principio (Génesis 1:1).

Pero ¿y qué hay de la Primera Ley de la Termodinámica entonces? La Primera Ley de la Termodinámica, comúnmente conocida como la Ley de la Conservación de la Materia/Energía, solo establece que la materia/energía no puede ser creada, ni tampoco puede ser destruida.  En otras palabras, la cantidad de materia/energía permanece igual. Puede cambiar de sólida, a líquido, a gas, a plasma, y comenzar de nuevo, pero la cantidad total de materia/energía en el universo permanece constante. A eso es lo que se refiere. Pero ningún científico o cosmólogo lo relacióna con el origen del universo. Ni siquiera los fundadores o padres de las termodinámicas, el científico James Joule (científico creacionista) y Nicolas Léonard Sadi (filósofo teísta), asumieron tal cosa. De hecho, su segunda ley de la Termodinámica demuestra lo contrario, pues la misma ley implica que el universo está perdiendo constantemente energía utilizable y nunca ganándola tal como enseña la Biblia también por lo que se concluye lógicamente que el universo no es eterno. 

De hecho, la PRIMERA LEY DE LA TERMODINÁMICA que se conoce también como la Ley de la Conservación de la Masa y la Energía establece que la “suma total de toda la energía del universo permanece constante; pero que una forma de energía puede ser convertida en otra forma de energía. La forma, el tamaño, etc. pueden ser cambiados, pero la suma total de la masa NO PUEDE ser cambiada” (Enciclopedia Británica. 1998.) En palabras sencillas esta ley dicta lo siguiente: LA ENERGÍA NO PUEDE SER CREADA NI DESTRUIDA. Esta ley enseña que no ha habido creación ni destrucción de materia o energía en ningún lugar del universo, y que el universo se encuentra funcionando con la misma materia y con el mismo poder o energía con el que comenzó. Recuerden que esta ley es la más básica e importante en toda la física.

La primera ley de la termodinámica afirma que no hay creación de nueva materia, sin que la creación está en suspenso. En otras palabras, nada nuevo se está creando en el universo sino que existe la transformación de una materia ya existente. ¿Qué dice la Biblia sobre esto? La Biblia enseña claramente que la creación cesó al acabar los actos creadores registrados al final del relato de la creación en Génesis 2:1-3, y esto es exactamente lo que nos enseña la naturaleza a través de la primera ley de la termodinámica. “Fueron, pues acabados los cielos y la tierra… Y acabó Dios… la obra que hizo”. La Biblia nos muestra en Génesis 2:1-3 que: “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos.” (Vea también Hebreos 3:2; 4:3,10; Éxodo 20:11 y Salmo 33:9). El hebreo original que se usa es el verbo “acabado” en tiempo pasado indicando una acción completada en el pasado y que no volverá a ocurrir de nuevo. La creación fue terminada, una vez por toda. La frase “y todo el ejército de ellos” (en versiones más recientes “y todo lo que hay en ellos”) en hebreo también tiene el significado de “todo lo que había” o “todo lo que se encontraba”.

Así que, los escritores de Génesis, Salmo y Hebreo dan fe del hecho de que nada ha sido agregado al universo, ya que todo fue “terminado” en el momento mismo de su origen. Eso es exactamente lo que se conoce como la Primera Ley de la Termodinámica. Esta ley del científico creacionista James Joule (1818-1889) se refiere a la Conservación de Energía o Masa la cual declara que la energía y la materia puede ser convertida de una forma a otra, pero no puede ser creada ni destruida (Enciclopedia Británica. 1998.) Sin embargo, los registros históricos nos muestran que antes se creía que había una creación continua de seres vivientes y la desaparición de otras cosas hacia la nada. No fue sino hasta el siglo 19 que esta ley científica se hizo “irrevocables” (Irrevocables significa que estas leyes no podían ser cambiadas o dejadas sin efecto. En otras palabras, estas leyes postulaban principios absolutos ¡y ahí terminaba el asunto!).

Por tanto, la misma Biblia enseña acerca de ambas leyes científicas (Vea Génesis 2:1-3; Hebreos 3:2; 4:3,10; Éxodo 20:11 y Salmo 33:9; Salmo 102:25,26; Isaías.51:6 Hebreos 1:10-11 Romanos 8:20-22). No fue sino hasta el siglo 19 que estas leyes científica se hizo “irrevocables” lo que demuestra que la ciencia moderna no está más que ¡descubriendo lo que la Biblia ha enseñado por miles de años! Además de que el hecho de que para decir que el universo es eterno se requiere de un pasado infinito (y, por tanto, el presente nunca podría haber llegado), etc. Son indicios que apuntan claramente a un universo finito en el tiempo y que, por lo tanto, requeriría de una causa para su existencia. 

Sin olvidar que dicho argumento está limitado a decir que el universo es eterno pero no demuestra la inexistencia de Dios, ni excluye otros argumentos teístas como de la moral, teleológico y ontológico. En fin, el universo tuvo un comienzo finito, el momento en que tuvo una “entropía cero” (su estado más ordenado posible). Es como un reloj al que se le ha dado toda la cuerda, al universo se le estado gastando la cuerda, como si en un punto estuvo completamente cargado y desde entonces se ha ido descargando. La pregunta es ¿Quién le dio cuerda al reloj? Las implicaciones teológicas son obvias, saludos