¿La teoría de la evolución o el mito de la evolución?

“La teoría de la evolución de Darwin no es ni más ni menos que el gran mito cosmogénico del siglo XX” – Michael Denton, microbiólogo australiano

     Muchos evolucionistas no se cansan de repetir que el relato de la creación de la Biblia es mitológico. ¿Pero no será al reves? Después de todo, la ciencia moderna ha demostrado con la segunda ley de la termodinámica y la expansión del universo que el universo tuvo un comienzo y que la vida solo puede venir de vida preexistente y que se reproduce según su género. En otras palabras, los humanos producen humanos, los caballos producen caballos y los monos producen monos. Esto es lo que científicamente observamos a través de la ley de la Biogénesis.  Por tanto, aunque la Biblia no se escribió como libro científico sino para proveer guía espiritual, cuando alude a asuntos de verdadera ciencia es exacta y manifiesta un conocimiento que no estaba disponible a los seres humanos del tiempo en que se escribió.

       En cambio, la evolución no es verdadera ciencia porque no es observable. Nadie puede observar a una especie evolucionando a otra diferente (macroevolución) y tampoco podemos calcularla mediante las matemáticas para saber cómo funciona. De hecho, está tan lejos de poder ser observada en tiempo real que una máquina del tiempo sería necesaria para que se lograra observar como la gravedad. La realidad por la que muchos aceptan la evolución “no es porque se haya observado que ocurra ni porque se pueda comprobar ser la verdad por medio de la evidencia lógicamente coherente, sino porque la única alternativa, la creación es­pecial, es claramente increíble” (Profesor, famoso zoologista y evolucionista inglés, D.M.S. Watson). Sir Arthur Keith, otro evolucionista inglés de renombre, también admite lo mismo diciendo que “La evolución no se ha com­probado y no se puede comprobar. La creemos porque la única alternativa es la creación espe­cial, cosa no aceptable” (las dos citas del libro “Did Man Just Happen?” por el Sr. W. A. Criswell, p. 71). Otros científicos evolucionistas como Karl Ludwig von Bertalanffy, Paul Lemoine y muchos otros también reconocen esto.

       Pero ¿y entonces de dónde vino la idea de la evolución? No de Carlos Darwin y mucho menos de la Biblia. De hecho, la evolución no es nada nuevo, ni empezó con Darwin quien por cierto solo tenía un título en teología, no ciencia. Los paganos de la antigüedad como los egipcios, griegos, babilónicos, sumerios, epicúrea, hindúes y otros también creían en una tierra vieja de millones de años y en una clase de macroevolución (Libro Bhagavad Gita Hindu; Encyclopedia of Reptiles and Amphibians 1986, p.4; Early Greek Philosophy, 1987, p.72; 1st Tablet of the Enama Elish; Joyce Puglia. The Origin of Life: A History of Ancient Greek Theories; Lucretius. On The Nature of Things. Libro V y fragmentos de las obras del filósofo griego Anaximandro). Como decía el sabio Salomón, “No hay nada nuevo debajo del sol” (Eclesiastés 1:9). Este dios de los huecos era parte de su mitología para explicar el origen de la vida y el universo y lo sigue siendo hoy en día. Solo que ahora ha regresado disfrazada de “ciencia”. En cambio, los judíos y los primeros apologistas cristianos tales como Agustín de Hipona (La Ciudad de Dios 12,10), Clemente de Alejandría (Lecturas de Catequesis 3,5), Ireneo (Adv, haer. V, 28,3), Teófilo (Teófilo 3,28), Orígenes (Contra Celso 1,19) y otros llamados Padres de la Iglesia criticaron dicha idea pagana. Sin olvidar que la evolución ha conducido a muchos al ateísmo.

       También es irónico ver ateos atacar la veracidad de la Biblia diciendo que solo es un libro antiguo (falacia de jactancia cronológica) cuando el ateísmo y la evolución son más antiguos que el cristianismo y la misma Biblia. De hecho, esta creencia es tan antigua que cuando la iglesia primitiva estaba creciendo en el mundo greco-romano, los primeros apologistas cristianos como Pablo se encontraron con hombres que ya creían en el epicureísmo y, quienes se dedicaban a explicar el mundo de manera naturalista y evolucionaria (Vea Lucretius (98 a.C), Acerca de la Naturaleza de las Cosas, “On The Nature Of Things”). En la Biblia se puede ver que los epicúreos y estoicos se opusieron contra Pablo porque no querían aceptar la idea de que un Dios sea el Creador de todas cosas sino que preferían creer que todo vino de una materia eterna y por el azar sin una intervención divina (Hechos 17:24-30).

       Uno de los llamados “Padres de la Iglesia” como Teófilo, quien, de acuerdo con Eusebio, fue un obispo en Antioquía en 169 a.C, entrenado en literatura griega y convertido al cristianismo en su edad adulta, defendió esta fe cristiana en una apología, “A Autólico”, la cual contiene una extensa visión de la creación, y según algunos historiadores, fue ejemplo a otros padres. Con respecto a la visión griega de los orígenes, escribió, “Algunos estoicos niegan absolutamente la existencia de Dios…Otros dicen que todo ocurre espontáneamente, que el universo no fue creado y que la naturaleza es eterna…que Dios es simplemente la conciencia individual. Platón y sus seguidores dicen que la materia es tan antigua como Dios. Pero si Dios es eterno y la materia es eterna, entonces de acuerdo a los platonistas Dios no es el Creador del universo.” Teófilo concluye diciendo, “…El mundo no es eterno ni existe producción espontánea de todo, como Pitágoras y otros han balbuceado; por el contrario, el mundo es creado y providencialmente gobernado por Dios que creó todo. Y todo el período de tiempo y los años pueden ser demostrados a aquellos que desean aprender la verdad…El total de años desde la creación del mundo es de 5,698.”

      De hecho, antes de Epicuro ya había otros filósofos como Leucipo (siglo V a. C..) y Demócrito (460-370 a.c.) quienes también sostenían creencias similares a las de Epicuro. Poco se sabe de Leucipo, pero las creencias de Demócrito han sido preservadas por medio de los escritos de Aristóteles (384-322 a. C.) y Diógenes Laercio (siglo III a.C.). Demócrito creyó que toda materia fue hecha de partículas indivisibles llamadas átomos. Para Demócrito, cada átomo era eterna y no podía ser creada ni destruida. Su idea del universo era enteramente materialista sin una guía ordenada, inteligente, divina, personal y sin Dios o dioses que controlen el destino de la humanidad. Epicuro refinió estas enseñanzas de Demócrito y expandió esta filosofía del átomo materialista en un argumento para un ateísmo práctico. Si nada creó los átomos y todo está hecho de átomos que se auto-organizaron, entonces cualquier discusión de un Dios o dioses se convierte en un sin sentido.

En fin, la evolución (no la Biblia) es una colección de mitos antiguos.

“Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia” – 1 Timoteo 6:20

“y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.” – 2 Timoteo 4:4

Fuentes:

Evolution: Physics to Metaphysics (The Pagan Invasion Vol. 7)