El Ángel de la Iglesia

Aunque sabemos que una iglesia puede existir sin los oficiales de la iglesia, es necesario y una bendición que una iglesia local tenga su pastor y sus diáconos para que así pueda estar en completa función y dirección (Jeremías 3:15; Salmo 78:72). Filipenses 1:1 declara “Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos:”. Note que el orden de los oficiales no es “diáconos y obispos” sino “obispos y diáconos” puestos que los diáconos NO son jefes de los pastores (obispos) sino que los pastores quienes ejercen una sola posición son los líderes espirituales de la iglesia (1 Pedro 5:1-4). El pastor es un hombre llamado por Dios que fielmente proclama su palabra día a día, cada semana. Es el que guía, comparte, alimenta e interactúa con la iglesia (Efesios 4:10,11). Hasta el título de “pastor” nos lleva directamente al mismo Cristo quien se agradaba de pensarse a Sí mismo como el Pastor. Sin embargo este cargo no es un trabajo fácil pues lleva una enorme responsabilidad y muchos se olvidan que el pastor también es un ser humano como nosotros.

A veces, el pastor es la persona que siente más la separación y la soledad en la iglesia. Se le encuentra con frecuencia en las salas de los miembros de la iglesia ofreciéndoles una palabra de ánimo o de consuelo. Él es una de las primeras personas, en el hospital, visitando a los enfermos o, a tu lado antes de una cirugía. A veces el pastor se encuentra en medio de un mar de críticas. Los sentimientos de desánimo, tristeza y derrota pueden comenzar a derribar las columnas protectoras del pastor. Por eso debemos conocer y aplicar algunas sugerencias de cómo y podemos mostrarle nuestro amor al pastor. 1. Respeta las autoridades que Dios ha puesto en su iglesia recordando que la Biblia nos ordena a estar “sujeto a los ancianos” (pastores) (1 Pedro 5:5). 2. La palabra de Dios demanda nuestro respaldo al pastor. Escribe una nota de ánimo. Dile al pastor cuanto le aprecias a él y a toda su familia. Escríbele palabras de estímulo que le impulse a hacer grandes cosas para Cristo. Se tú el amigo entusiasta de tu pastor. 3. Ora por el pastor y su familia. Pídele a Dios que le de al pastor abundancia de amor, gozo, paz y poder. Ora que Dios le de la sabiduría de Salomón. Pídele a Dios que proteja al pastor de los dardos de fuego del enemigo. Visita la oficina o la casa del pastor y ora con él. 4. Recuerda los cumpleaños y aniversarios de cada miembro de su familia. Algo tan simple como celebrar el día del pastor, su aniversario, cumpleaños, es algo que vigoriza a tu pastor. Recuérdate que el pastor es la única persona en la iglesia que no tiene pastor. “Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros” (1 Tesalonicenses 5:12-13).

  1. Pagale a tu pastor un salario respetable. Es escritural que las iglesias recompensen generosamente a sus pastores (1 Timoteo 5:18). No pongas a tu pastor en una posición donde se encuentra atribulado por no poder proveer por su familia. Aplácale su inquietud financiera para que él pueda dedicar su tiempo y energía en áreas espirituales. 6. No critiques al pastor. La mayoría de las personas que tu conoces tienen una evaluación una o dos veces por año. No así tu pastor, quien es evaluado cada semana, cada día por el Dios del Universo. ¡No seas negativo! Habla palabras positivas cada semana (Hebreos 13:5-7,17). 7. Deja que la esposa del pastor sea la esposa. Amala y aprende de ella. Se una amiga para ella. No pongas sobre ella expectativas que reflejan a otras esposas de pastores que tu conoces. En fin, ayudemos a nuestro pastor en su ministerio por medio de nuestros dones, talentos, oraciones, obediencia, diezmos, ofrendas, predicaciones y mantenimiento del templo. “Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol. Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada.” (Éxodo 17:12,13) Vamos a comprometernos hoy con nuestro Pastor.