¿Por qué los Bautistas Rechazan los Libros Apócrifos?

            La Biblia Bautista y protestante se compone de 66 libros mientras que la Biblia católica se compone de 73. ¿A qué se debe esto? Esto se debe a los 11 libros apócrifos conocidos también como los Deuterocanónicos que la Iglesia Católica añadió en el canon del Antiguo Testamento de su Biblia católica en el Concilio de Trento (1546). Sin embargo son 14 libros “apócrifos” (que significa de origen dudoso, falso, falsificado, espurios) los que se hallan en la traducción griega del Antiguo Testamento llamada la versión de los Setenta o Septuaginta (LXX).  Estos libros son: 1) 1 Esdras 2) 2 Esdras 3) Tobías 4) Judit 5) Última Parte de Ester 6) Sabiduría 7) Eclesiástico (también llamado “Sirach”) 8) Baruc, con la Epístola de Jeremías 9) Cántico de los Tres Niños Santos 10) Historia de Susana 11) Bel y el Dragón 12) Oración de Manasés 13) 1 Macabeos 14) 2 Macabeos. Pero de estos la Iglesia Católica aceptó solamente 11 de los libros que les convenía y no los 14 que contiene la versión de los Setenta (LXX). Los Bautistas y protestantes sostenemos que nuestra Biblia está COMPLETA; pero los católicos afirman que le faltan libros. Sin embargo el canon completo no tiene que ser el que más libros tenga sino el que tenga los libros que Dios inspiró.

La Iglesia Bautista y protestante tiene razones suficientes para creer que el canon completo es de 66 libros y más ninguno. Los libros inspirados que componen el Antiguo Testamento fueron escritos en hebreo, por profetas hebreos y dirigidos al pueblo hebreo (Romanos 9:4). Los llamados Deuterocanónicos o libros apócrifos no fueron escritos en hebreo, ni por profetas hebreos inspirados por Dios. Nunca formaron parte del Antiguo Testamento hebreo y esta es una de las razones por la cual los judíos palestinos a quienes se les confió la Palabra de Dios, específicamente, el Antiguo Testamento (Romanes 3:1-2) también rechazan los libros apócrifos. Hasta la Nueva Jerusalén con Nihil obstat e imprimatur dice la verdad en cuanto a que los apócrifos no formaban parte del canon de las escrituras judías.

A pesar de esto, los católicos insisten en sostener que los judíos palestinos rechazaron los Deuterocanónicos, es decir, los libros apócrifos, a finales del siglo I. Entonces que ya existía la Iglesia de Cristo, y por lo tanto, ya no eran los judíos la autoridad competente en materia de doctrina. Pero esto es FALSO. En los días de Esdras, por el año 457 A.C., los judíos ortodoxos (inclusive Israel) adoptaron los 39 libros del Antiguo Testamento como el canon verídico (documentos) de las Sagradas Escrituras. Los hebreos siempre han creído que fue Esdras quien fijó, bajo inspiración divina, el canon o catálogo de los libros inspirados del Antiguo Testamento y, en términos generales, se puede decir que los libros apócrifos fueron escritos entre el año 150 a.C. y el año l00 d.C. Por lo menos dos siglos después de la muerte de Esdras. De hecho, Flavio Josefo, el más grande historiador judío de la era de los apóstoles (100 d.C.) así lo declara enumerando solamente los libros que los judíos consideraban ser inspirados por Dios y que nada fue añadido al canon del Antiguo Testamento, excluyendo también de esta manera los libros apócrifos.

Además el Señor Jesucristo y los apóstoles citaron casi 300 veces del Antiguo Testamento, pero estos libros apócrifos NUNCA fueron citados en el Nuevo Testamento por Cristo, ni por sus apóstoles, aunque ya existían. Los católicos afirman que Cristo y sus apóstoles sí la citaron diciendo que algunas enseñanzas de los Deuterocanónicos (libros apócrifos) son iguales a las enseñanzas del Nuevo Testamento. Pero en primer lugar las citas que usan del Nuevo Testamento en NINGUNA de ellas hay REFERENCIA alguna de los Deuterocanónicos (libros apócrifos). En el Nuevo Testamento no son citados por nombre por Cristo ni por sus apóstoles, aunque ya existían, y si aun estuvieran en lo correcto (lo cual no lo están) los escritores del Nuevo Testamento NO SE REFIRIERON A ELLOS COMO ESCRITURAS. Pablo, por ejemplo, era un hombre tan culto y versado aun en la literatura griega, que hasta citó a los mismos autores clásicos (Hechos 17:28; 1 Corintios 15:35; Tito 1:12); pero no por eso se deben considerar dichas obras como inspiradas divinamente.

También es sumamente importante el testimonio de Jesús con respecto al canon hebreo. Jesús se refiere a todo el Antiguo Testamento con la frase “desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías” (Mateo 23:35). Estos dos mártires se mencionan en Génesis 4:8-11 y 2 Crónicas 24:21. Génesis es el primer libro del canon hebreo, y Crónicas el último. En otras palabras, Jesús indicó que el canon del Antiguo Testamento abarca desde Génesis hasta Crónicas, lo que según nuestro orden de libros nosotros diríamos desde Génesis hasta Malaquías. Otro hecho además, que no puede ser pasado por alto es que Jesús también se refirió a todo el canon del Antiguo Testamento mencionando las tres primeras partes que la componen: “La ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lucas 24:44). Note que aquí Jesús tampoco incluyó estos libros apócrifos llamados también como Deuterocanónicos.

No solo esto, los mismos libros apócrifos afirman no ser inspirados. En el segundo libro de Macabeos 15 37-38 leemos: “yo también terminaré aquí mismo mi relato. Si ha quedado bello y logrado en su composición, eso es lo que yo pretendía: si imperfecto y mediocre, he hecho cuanto me era posible” (Biblia de Jerusalén). ¿Acaso la Palabra de Dios puede ser MEDIOCRE e IMPERFECTA? De ninguna manera (Salmo 19:7-10; Proverbios 30:5-6; 1 Pedro 1:23-25). De este versículo se ve que el escritor se atribuye a sí mismo la autoría de dicha obra y no está escribiendo por la inspiración divina. Esto solo es suficiente para probar que este libro no es inspirado divinamente. Es importante notar que esta cita directa de uno de los apócrifos se puede aplicar a todos los demás, ya que todos esos libros siempre se han manejado como un todo, un conjunto. Hasta la Biblia católica Nueva Jerusalen con imprimatur y Nihil obstat (es decir con aval de todo el magisterio católico romano) dice respecto de los libros de los Macabeos en su introducción lo siguiente: “Los dos libros de los Macabeos no formaban parte del canon de la Escritura de los judíos..” y que la iglesia catolica los adoptó de todos modos.

De hecho, el libro de Macabeos en sí mismo también declara que no había profetas en este tiempo y por lo tanto la inspiración de Dios había cesado: “Hubo una opresión tal en Israel cual no se había conocido desde que no había profeta” (1 Macabeos 9:27). Y de nuevo: “Y que los judíos y los sacerdotes a una habían resuelto que Simón fuese su caudillo y Sumo Sacerdote hasta la aparición de un profeta acreditado” (1 Macabeos 14:41). Por consiguiente, los dos libros de Macabeos, en el mejor de los casos, solo pueden considerarse como relatos históricos, pero no como Escritura, puesto que Dios no estaba inspirando a ninguno entre su pueblo. Se hace evidente, entonces, de que uno no puede dar apoyo a ninguna doctrina verdadera citando de esta fuente. ¡Con razón que contradice la Biblia! Ejemplos de doctrinas falsas enseñadas en los libros apócrifos, que son del todo contradictorias a las enseñanzas del Antiguo y Nuevo Testamento, son las siguientes:

1. Un caso sangriento de suicidio (Hara-Kiri) es contado como cosa elogiable en 2 Macabeos 14:41-43.

2. Que el incienso sobre ascuas de fuego echa fuera al diablo para siempre (Tobías 6:5-10, Ver. Torres Amat).

3. Que los ángeles tienen familias (Tobías 5:15-19). Esto contradice la Biblia ya que el mismo Jesús negó la existencia del matrimonio de ángeles en el cielo (Mateo 12:24-25).

4. Que la salvación se puede conseguir por dar limosnas. Tobías 12:8.9 dice lo siguiente: “… Mejor es dar limosna que acumular tesoros, pues la limosna libra de la muerte y limpia de todo pecado”.  No importa que cantidad de dinero nunca se podrá redimir a nadie porque la Palabra de Dios dice claramente que la salvación no se puede comprar dando dinero (limosna) o por medio de sacrificios, ritos humanos y buenas obras porque es por gracia, como un don inmerecido y gratuito de Dios (Efesios 2:8-9). Dios no se deja comprar con dinero; esto es algo que Él aborrece (Salmo 49:6-7; Hechos 8:20; 1 Pedro 1:18-19;). Además, “sin derramamiento de sangre no se hace remisión de pecado” (Hebreos 9:22).  Por lo tanto enseñar que la limosna quita el pecado es una blasfemia contra la preciosa sangre de Cristo, sin la cual no hay perdón de pecados (1 Juan 1:7; Apocalipsis 1:5; Colosenses 1:14).

5. Basándose en Judit 8:5-6 el catolicismo romano enseña que el servicio más santo y honorable que una mujer puede rendir a Cristo es ser una monja para entrar en lo secreto de un convento y permanecer allí como una trabajadora-esclava demacrada, todo el resto de su vida para la iglesia. Cuán diferente es esto a la enseñanza de nuestro Señor de que uno debe ir “por los caminos y por los vallados” testificando por Él (Lucas 14:23; Hechos 1:8). La Biblia enseña que el matrimonio es honroso en todos, y no hace excepción de las monjas y los sacerdotes (1 Timoteo 4:1-3; Hebreos 13:4; 1 Corintios 11:13-15).

6. Que oraciones a favor de los muertos pueden sacarlos del Purgatorio (2 Macabeos 12:43-46). Antes que nada, en la Biblia no hay un solo ejemplo de alguien que ora por los muertos. La Biblia enseña que no hay lugar para arrepentimiento ni para salvación después de la muerte, y no enseña que las oraciones de otros les puedan ayudar en ese entonces (Hebreos 9:27; Eclesiastés 11:3; Apocalipsis 14:13). Ni Jesús ni los apóstoles sugirieron absolutamente nada al respecto. La idea del purgatorio, un lugar ficticio de purificación final, fue inventada por el papa Gregorio el Grande en el año 593. Había tal renuencia en aceptar la idea (puesto que era contraria a la Escritura) que el purgatorio no se hizo un dogma católico oficial por casi 850 años en el Concilio de Florencia en 1439. Es demasiado tarde para orar después de la muerte; todo lo que sigue es juicio. Por consiguiente, el versículo que citan contradice la Biblia.

El versículo que casi siempre citan en apoyo del purgatorio viene de la Apócrifa: “Y habiendo recogido en una colecta que mandé hacer, doce mil dracmas de plata, las envié a Jerusalén, a fin de que se ofreciese un sacrificio por los pecados de estos difuntos, teniendo, como tenía buenos y religiosos sentimientos acerca de la resurrección: (Pues si no esperara que los que habían muerto habían de resucitar, habría tenido por cosa superflua e inútil el rogar por los difuntos); y porque consideraba que o los que habían muerto después de una vida piadosa, les estaba reservada una grande misericordia. Es pues, un pensamiento santo y saludable el rogar por los difuntos, a fin de que sean libres de las penas de sus pecados” (2 Macabeos 12:43-46).

Sin embargo, el mismo libro de Macabeos en sí mismo declara que no había profetas en este tiempo y por lo tanto la inspiración de Dios había cesado: “Hubo una opresión tal en Israel cual no se había conocido desde que no había profeta” (1 Macabeos 9:27). Y de nuevo: “Y que los judíos y los sacerdotes a una habían resuelto que Simón fuese su caudillo y Sumo Sacerdote hasta la aparición de un profeta acreditado” (1 Macabeos 14:41). Por consiguiente, puesto que Dios no estaba inspirando a ninguno entre su pueblo, se hace evidente, entonces, de que uno no puede dar apoyo a ninguna doctrina verdadera citando de esta fuente. ¡Con razón que contradice la Biblia! De hecho fue en el Concilio de Trento (1546) que se incluyó 2 Macabeos que enseña orar por los muertos para refutar a Martín Lutero; pero no incluyeron 2 de Esdras porque habla en contra de esa práctica. Por motivo de que las enseñanzas de los libros apócrifos no están en armonía con la unidad de las enseñanzas doctrinales del Antiguo y Nuevo Testamentos, los Bautistas y protestantes no pueden aceptarlos como libros inspirados, los desechamos.  “Toda palabra de Dios es limpia; Él es escudo a los que en él esperan. No añadas a su palabras, para que no te reprenda, Y seas hallado mentiroso.” (Proverbios 30:6). Por tanto, es evidente en base a lo que aquí se ha demostrado que los libros apócrifos (los libros no inspirados que fueron añadidos a la [per] versión católica) no pueden considerarse Palabra de Dios, ni “buenos y útiles para instrucción” como quieren hacer creer los apologistas católicos a los indoctos e ingenuos.

Objeciones:

            “Ningún libro deuterocanónico dice: “Este libro no es inspirado”.

           Pero esto es otro pobre argumento. El Corán, el Libro de Mormón y un sinnúmero de libros sagrados de religiones paganas tampoco dicen “Este libro no es inspirado” sino lo contrario ¿Acaso eso significa que el Corán y estos libros con todas sus contradicciones y errores (al igual que los libros Deuterocanónicos) son Palabra de Dios? Los libros apócrifos son descabellados, espurios, no inspirados e indignos de confianza, porque están llenos de fábulas, profecía falsa y por su falta de armonía con las enseñanzas de la Biblia. Por lo tanto son falsedades y adiciones al Antiguo y Nuevo Testamento, sobre los cuales incurre la ira y el juicio de Dios (Proverbios 30:6; Apocalipsis 22:18).

“Si los Bautista y los protestantes no aceptan los libros deuterocanónicos entonces ¿por qué sus Biblias como la Biblia del Oso tenía tales libros? ¿Por qué lo quitaron de sus Biblias?”

           Cipriano de Valera, revisor de la Biblia del Oso, también escribió diciendo que tales libros apócrifos no pertenecían al canon bíblico y que fueron agregados solo con fines históricos, no porque él o Casiodoro de Reina lo consideraban como inspirados. En el prólogo de su revisión, dedica un apartado para explicar qué son los libros apócrifos. A continuación, citamos una parte de esta explicación: “Hemos probado bastantemente cuantos, y cuáles sean los libros canónicos del Antiguo Testamento, a saber veintidós, de donde se sigue manifiestamente que todos cuantos libros se añadieren a estos 22 no son canónicos, no son Sagrada Escritura. Nuestros adversarios admiten los mismos 22 libros, que hemos nombrado por canónicos. Pero no contentándose con estos 22, admiten, no haciendo caso de lo que los Antiguos Hebreos, Griegos y Latinos ni de lo que muchos modernos Latinos determinan, otros libros por canónicos, a los cuales dan la misma autoridad y crédito que a los otros, que verdaderamente son canónicos.” (Revisión de Cipriano de Valera publicada en el año 1602 en Ámsterdam, Holanda).

“Existen dos versiones del Antiguo Testamento. Había dos grupos de judíos, uno cristiano que aceptaban la Septuaginta griega la cual contiene los libros deuterocanónicos y que Jesús y sus apóstoles citaron. El otro es hebreo la cual usan los judíos que rechazaron a Jesús que no aceptaron la Septuaginta conocida también como la LXX o la versión de los Setenta. Los protestantes aceptan la de los judíos que no creen en Jesús.”

             Es verdad que ciertos eruditos creen en la existencia de dos cánones: uno hebreo y otro griego. El hebreo sería aceptado por los judíos de Palestina; el griego, el aceptado por los judíos de Alejandría, Egipto. Esta versión griega del Antiguo Testamento conocida como la Septuaginta o la Versión de los Setentas (LXX) fue supuestamente traducida por 72 judíos en Alejandría, Egipto en el año 250 a.C. donde participaron 6 judíos de cada una de las doce tribus de Israel. Aunque la palabra “Septuaginta” significa setenta, no setenta y dos. Sin embargo, tal suposición causaría de inmediato la pregunta de cúal de los dos cánones es el verdadero ya que ambos también difieren entre sí, sobretodo cuando la Septuaginta contiene libros apócrifos y NO el Antiguo Testamento Hebreo.

Lo cierto es que no hay ningún documento en la historia judía de dicho trabajo sino la carta de Aristeas donde se habla del origen de esta versión griega diciendo que 6 judíos de cada tribu, luego 72, crearon este Antiguo Testamento griego alrededor del año 250 antes de Cristo. Sin embargo, se sabe que esta carta es una fábula como lo afirman los mismos católicos y la Enciclopedia de Religión y Ética. Además de esto, si esta suposición fuera cierta pues entonces esta versión griega (Septuaginta) no pudo haber sido aceptada ni por los judíos, ni por la iglesia primitiva como el verdadero Antiguo Testamento o como Palabra de Dios por las siguientes razones:

1. Solo la tribu de Levi estaba permitido por Dios a escribir las Sagradas Escrituras (Crónicas 16:4; Deuteronomio 17:18; 31:25-26; Malaquias 2:7).

2. Ningún judío podía regresar a Egipto porque estaría desobedeciendo el mandato de Dios que está en Deuteronomio 17:16.

3. También contiene libros apócrifos como “Bel y el Dragón”, “Judit”, “Tobías”, “1 y 2 Macabeos”, etc. las cuales Jesucristo y los apóstoles NUNCA hicieron referencias a estos libros como tampoco los judíos.

De hecho, otra razón de que Cristo y los apóstoles JAMÁS citaron los Deuterocanónicos es que estos libros apócrifos solo aparecen en esta traducción griega del Antiguo Testamento llamada la versión de los Setenta o Septuaginta (LXX) pero no aparece en NINGUNO de los manuscritos antiguos del Antiguo Testamento hebreo. Todos los manuscritos de la Septuaginta griega fueron escritos por Orígenes 200 años después de la vida de Cristo y por lo tanto no se puede probar que Jesucristo y los escritores del Nuevo Testamento citaron un Antiguo Testamento griego porque no existe ningún tipo de manuscrito griego del Antiguo Testamento antes de Cristo que contengan también los libros apócrifos sino solamente el rollo de papiro del año 150 a.C. la cual contiene Deuteronomio 23-28, nada más. Y si fuéramos a suponer que hubo un Antiguo Testamento griego antes de Cristo aun así no hay ninguna prueba de que los libros apócrifos estaban incluidos en el original.

Es evidente en base a lo que aquí se ha demostrado que los libros apócrifos (los libros no inspirados que fueron añadidos a la [per] versión católica) no pueden considerarse “buenos y útiles para instrucción” como quieren hacer creer los apologistas católicos a los indoctos e ingenuos. Estos 11 libros y algunas adiciones a los libros de Daniel y Ester se colaron en la Biblia católica cuando Jerónimo, por orden de la Iglesia Católica, los incluyó contra su voluntad en su traducción al latín de la Biblia conocida como Vulgata a fines del siglo IV. Pero más bienaventurada hubiera sido la humanidad entera si la Iglesia Católica hubiera atendido a las palabras de San Jerónimo (católico) quien como ya se indicó arriba tradujo en contra de su voluntad la versión latina de las Escrituras llamada “Vulgata” cuando dijo: “[los libros apócrifos] son como el loco vagar de un nombre cuyos sentidos lo han abandonado” y aconseja que se eduque a una jovencita llamada Paula para “evitar todos los libros apócrifos, y si alguna vez desea leerlos, no por la verdad de sus doctrinas sino por respecto a sus maravillosos relatos, que se dé cuenta de que no fueron escritos realmente por aquellos a quienes se atribuyen, que hay en ellos muchos elementos defectuosos, y que se requiere mucha pericia para buscar el oro entre el fango” (José Flores, op. Cit., Pág 39). Constantemente hizo distinción Jerónimo de los libri ecclesiastici (en el sentido de libros aceptados por la Iglesia), y los libri canonici (libros canónicos) o hebraicas veritas (verdad hebraica); y ya que él fue el traductor y editor, vale la pena tomar en cuenta su opinión.

“¿Dónde estaban los Bautistas cuando el canon de la Biblia lo estableció la Iglesia católica junto al papa Dámaso en el Concilio de Roma del año 382?”

              En primer lugar, el papa Dámaso no tenía conocimientos de los idiomas originales de la Biblia y murió antes de que Jerónimo completará la Vulgata latina. De hecho, aun después de terminada la traducción de Jerónimo esta no fue usada durante siglos por la gran mayoría de los cristianos porque la consideraban como una versión alterada y corrupta. Por eso muchos cristianos como los valdenses prefirieron mejor traducir sus propias Biblias las cuales la ICAR llegó a prohibir y perseguir durante siglos. Esto lo hicieron antes y después de la Reforma Protestante. Segundo, ¿Para qué los Bautistas iban a estar en un concilio católico? Eso no tiene sentido.

Primero porque no eran de la misma fe, segundo porque los Bautistas o anabaptistas eran perseguidos por la iglesia de Roma la cual no creía en la libertad religiosa en esos tiempos y tercero ¿para qué? Si ya ellos sabían cuáles libros eran inspirados y pertenecían al canon del Antiguo y del Nuevo Testamento. O sea, el que la iglesia católica se haya reunido en un lugar para determinar el canon de la Biblia no significa que nadie sabía cuáles libros eran inspirados por Dios o ¿acaso nos están diciendo que por más de 300 años los primeros cristianos nunca supieron cuáles libros del Antiguo y del Nuevo Testamento eran la Palabra de Dios? Esto es falso a la luz de la misma Biblia pues el apóstol Pablo le dijo al joven Timoteo (y esto fue entre el año 64 y el 65 d.C.), “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido [note que dice “has sabido”, no dice que ignoraba o desconocía] las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:14-17).

Esto tiene sentido pues a todo israelita se le exigía que conociera y meditara en las Palabras de Dios día y noche. Evidentemente Pablo NO quiso decir solo esa parte de la Palabra de Dios que se había escrito hasta esa fecha sino toda la Palabra de Dios, aunque toda no se había escrito todavía. Pedro por ejemplo también reconoció los escritos de Pablo como parte de las Escrituras (2 Pedro 3:15-16) mientras que Pablo también consideró que los escritos de Lucas tenían tanta autoridad como el Antiguo Testamento (Vea 1 Timoteo 5:18; Deuteronomio 25:4 y Lucas 10:7) y que algunos de estos libros del Nuevo Testamento ya estaban circulando entre las iglesias (Colosenses 4:16 y 1 Tesalonicenses 5:27). Estos pasajes al igual que otros demuestran que durante la era de la iglesia del Nuevo Testamento los apóstoles escribieron sus cartas y la congregación los recibió, las leyeron, reconocieron su autoridad, lo esparcieron y los copiaron haciendo miles de manuscritos de los originales para repartirlos a otros hermanos en Cristo de diferentes partes del mundo antiguo porque ya sabían cuales libros eran las Santas “Escrituras” o la “Palabra escrita de Dios” mucho antes de cualquier concilio o votación católico (Lucas 9:6; Hechos 8:4; 17:6,11 y 2 Pedro 1:21).

Por tanto, la misma Biblia da testimonio de que es Palabra de Dios (evidencia interna o la autoproclamación de la misma Biblia) y fue Dios mismo el que cerró el canon de la Biblia diciendo que no se le debe añadir o quitar en el libro de Apocalipsis 22:18-19. Tercero, los mismos escritos históricos de Policarpo, Atanasio, Clemente, Ignacio de Antioquia, Cipriano, Tertuliano, Orígenes, Ireneo, Agustín, Eusebio y otros también demuestran que el canon de la Biblia ya era conocido y definido mucho antes de la Vulgata de Jerónimo y el papa Dámaso. Por tanto, las votaciones y concilios como la realizada en Nicea, más que establecer el canon de la Biblia, solo afirmó y reconoció oficialmente aquello que ya había sido la perspectiva dominante de la iglesia sobre los libros inspirados por Dios. Los cuatro evangelios y las epístolas del Nuevo Testamento destacados en sus concilios ya habían sido establecidos y reconocidos sólidamente en las comunidades cristianas durante más de un siglo antes de Nicea. Por tanto, lo único que hizo la ICAR en sus concilios fue confirmar lo que la iglesia primitiva ya aceptaba como inspirado y añadir otros libros que no son inspirados sino apócrifos lo cual Dios condena en Apocalipsis 22:18-19 y Proverbios 30:6.

La Biblia simplemente no resultó de una votación que tuvo lugar trescientos años después del tiempo de Jesús sino que mucho antes de que Constantino naciera y que los evangelios gnósticos existieran los cuatro evangelios del Nuevo Testamento ya se consideraban antiguos y como la autoridad final de la Iglesia. Cuarto, lo que hizo Dámaso fue encargar a Jerónimo de hacer una traducción latina de la Biblia, pero antes de dicha traducción ya había muchas versiones latinas, siriacas y en otros idiomas como la Peshita y aun si la ICAR hubiese sido la primera en reunir, recopilar y formar el canon de la Biblia eso tampoco demostraría que la Biblia vino de dicha iglesia. ¿Por qué? Porque reunir unos libros en uno solo no tiene nada que ver con su inspiración y autoría. Por ejemplo, que alguien sea el primero en reunir y traducir todos los 7 libros de Las Crónicas de Narnia de CS Lewis en uno solo no lo convierte en su autor. El autor sigue siendo CS Lewis. Lo mismo con la Biblia. Quinto, decir que los católicos hicieron la Biblia rayaría en lo plagio ya que la autoría de la palabra es de los judíos y los judíos no eran católicos romanos. Por ejemplo, cuando Moisés recibió las tablas de la Ley y el Pentateuco no necesitaron de la iglesia católica romana que por cierto ni siquiera existía en ese tiempo para que les dijera que esos escritos eran las Palabras de Dios. Y si la iglesia Católica Romana no se necesitaba para que nos diera el Antiguo Testamento, entonces tampoco era necesaria para darnos el Nuevo Testamento.

El mismo hecho de que Jesús y sus apóstoles citaban el Antiguo Testamento es prueba de que sabían cuales libros eran inspirados. Así lo reconoce el historiador judío, Flavio Josefo (s. I d.C) en su obra, “Antigüedades de los judíos” diciendo que el Antiguo Testamento estaba compuesto por 27 libros y el mismo apóstol Pablo también afirma en Romanos 3:1-3 y 9:4 lo siguiente “¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión? Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios… que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas;”. Note que aquí el apóstol Pablo no dice que la Biblia vino de la ICAR sino de los JUDÍOS. Por último, los apologistas católicos deberían de dejar de robar el crédito por lo que Dios hizo sin su ayuda pues ustedes no nos dieron la Biblia. Al contrario, le lectura y distribución de todas las traducciones bíblicas de Pedro Waldo, Juan de Valdés, Francisco de Encinas, Juan Pérez Pineda, Wycliffe, Tyndale, Casiodoro y Valera estaban estrictamente prohibidas por la ICAR al punto que el que poseía una de estas Biblias era castigado con pena de muerte.

De hecho, la gran mayoría de las copias originales de nuestra Biblia (Reina Valera) fueron quemadas en la hoguera por órdenes de la inquisición católica llamándola una “edición peligrosísima de la Biblia” y porque la ICAR tenía prohibida su lectura en el idioma del pueblo (Dr. S. L. Greenslade, The Cambridge History of the Bible-Cambridge, Inglaterra: Cambridge University Press,1983-página 126). La iglesia católica también había decretado por el concilio francés reunido en Tolosa el año 1229 la prohibición a poseer o leer una Biblia valdense diciendo “Prohibimos asimismo que no se permita a los laicos tener los libros del Antiguo y Nuevo Testamento…; no tengan los libros mencionados traducidos en romance…” (Canon XIV; José Llamas, O.S.A., tomo VLL. Pp. 12-13). La prohibición de Jaime I de Aragón que fue hecha en un concilio reunido en Tarragona el 7 de febrero de 1233 también declaró, “Se manda, además, que nadie tenga en su poder los libros del Antiguo Testamento en romance. Y si alguien las tuviere que los entregue en el plazo de ocho días al obispo del lugar para que él los queme. Si así no lo hiciere considéresele como sospechoso de herejía hasta que rectifique” (Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Tomo II, p.226 y Tomo VII pp.225-227).

Lo mismo en 1234 en el Concilio de Tarragona la cual no permitía ninguna Biblia en el idioma del pueblo y que todas debían ser quemadas, el Tercer Sínodo de Oxford en 1408 no estaba autorizaba tener una Biblia en inglés porque eso se consideraba una herejía y el Concilio de Trento en 1559 tenía las Biblias preservadas en el “Índice de Libros Prohibidos” (Regla III). La Iglesia Católica también había emitido un decreto en 1551 declarando lo siguiente: “La Biblia en el castellano, o en cualquier otra lengua vulgar, está estrictamente prohibida…” (Ibíd. p.125). Esta orden vino del Concilio de la Santa Inquisición General. Ahora lo permite porque existe la libertad de expresión y de culto gracias a los Bautistas como Roger Williams de Rhode Island quien siguió el ejemplo y legado de los anabaptistas sobre la separación de iglesia y estado. No gracias a los católicos. Al igual que la historia de la iglesia esta parte de la historia de la Biblia tampoco te la cuentan los apologistas católicos ya sea porque ignoran este hecho histórico o porque no les conviene.

Sin embargo, la aparición de estos decretos y documentos prohibidos implica lógicamente la existencia de tales iglesias cristianas no católicas y de semejantes traducciones en lengua vulgar y a través de los siglos. Aun hoy en día hay católicos militantes que todavía odian nuestra Biblia. Por tanto, no, no les debemos nada y tampoco queremos nada de lo que venga del Vaticano. No gracias. ¿Por qué? Porque la Biblia vino de los judíos y de la iglesia primitiva antes de que se formara la iglesia católica romana.

Pero el libro de Eclesiastés no afirma ser Palabra de Dios y muchos libros religiosos también claman ser la Palabra escrita de Dios como el Coran y el libro de Mormón? ¿Cómo sabemos que son Palabra de Dios sin la ayuda de la ICAR”

            Este argumento falla en el sentido de que ignora que el nombre Eclesiastés es una traducción de la palabra hebrea koheleth, que significa predicador y por eso se le conoce como El Libro del Predicador. Pero ¿qué es un predicador? Uno que predica la Palabra de Dios por ende sí afirma ser inspirado. Con respecto a los libros sagrados como el Corán y el Libro de Mormon sabemos que no son Palabra de Dios no solo porque contiene errores y contradicciones (como los libros apócrifos que contiene la “biblia” católica) sino porque ya el canon de la Biblia había cerrado en Apocalipsis 22:18-19 siglos antes de que estos otros evangelios aparecieran. En cuanto a los demás, muchos llamados “libros sagrados” no son sagrados y tales libros lo admiten.

En otras palabras, no claman ser la Palabra de Dios, sino que son como cualquier otra escritura. Toma por ejemplo los escritos de los antiguos hindúes pues Brahman no es un dios personal. Por tanto, una revelación de Brahman no puede ser posible ya que la comunicación es un atributo personal por lo que tales escritos solo son palabras de hombres y no Palabra de Dios. Lo mismo se puede decir de los dioses impersonales de la Nueva Era, cienciología, taoísmo, etc. Obviamente cualquier otro libro sobre religión que no tiene dios (como el budismo tradicional, confusionismo, epicúreo, estoico o ateísta) tampoco puede ser considerado como la Palabra de Dios. El sistema multi-dios como el de los pueblos griegos, sintoísmo y germánicos o germanos y otros tienen que ver más con la adoración de los ancestros donde la gente era elevados a un nivel de estado divino. Hasta Odín y Thor se encuentran enlistados en antiguas genealogías y eran verdaderas personas que luego se les atribuyeron poderes sobrenaturales a ellos. Las religiones paganas como la Wicca o brujería, el vudú y el animismo no tienen un dios o diosa supremo que les revele su voluntad.

Esto explica porque las creencias paganas se diferencian entre ellas pues vinieron de una mente humana, no divina. Por tanto, la Biblia tiene poca competencia. La pregunta es cuál libro es la verdadera Palabra de Dios y la Biblia ha demostrado serlo tanto con evidencias internas y externas. La Biblia siempre se ha distinguido entre todos los demás libros por varias razones. Como dice Alex McFarland, “Comparada con otros escritos antiguos, la Biblia tiene más evidencia que la apoye, que diez obras de la literatura clásica juntas”. Pero su veracidad y superioridad a otros libros ha sido comprobada no solo porque así lo dicen los expertos sino porque ha sido apoyada con evidencias de manuscritos, testigos oculares, consistencia literaria, profecías cumplidas, vidas transformadas, relatos históricos, conocimiento científico anticipado, respaldo de personas y lugares arqueológicos.

A pesar de haber sido escrita por más de 40 personas de diferentes países, épocas y ocupaciones no se contradice sino que se complementan lo cual también demuestra que es la Palabra perfecta de Dios. Lamentablemente hay apologistas católicos que al igual que los ateos militantes dicen que la Biblia se contradice lo cual es una blasfemia pues Dios no miente ni comete errores (Tito 1:2 y Hebreos 6:18). La buena noticia es que cada una de tales alegaciones han sido ya refutadas (Lea por ejemplo Demolishing Supposed Bible Contradictions, Volume 1 and 2, Green Forrest, AR: Master Books, 2010 and 2012). Mientras que los demás libros religiosos como el Corán, el Libro de Mormón, el Talmud o los Vedas del hinduismo no solo contradicen la Biblia sino a ellas mismas por lo que no pueden ser la Palabra de Dios.