“¿Te gusta la Biblia Reina Valera que usas? Entonces dale gracias a un calvinista” – Atentamente un pastor reformado

“El señor Calvino habría hecho quemar a Servet en Ginebra injustamente y por envidia.” – Casiodoro de Reina, Libertad y tolerancia en la Europa del siglo XVI, Centro de Estudios Andaluces, p. 93
A ver, hay por lo menos cinco problemas que podría mencionar con respecto a tipo de afirmación jactanciosa:
          1. Suena igual a la de los apologistas romanistas quienes tratan de robar el crédito por lo que Dios hizo sin la ayuda del catolicismo y el protestantismo. Si hay alguien a quien agradecerle porque tenemos la Biblia en nuestras manos es a los judíos pues como dijo el apóstol Pablo, en Romanos 3:1-3 y 9:4 “¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión? Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios... que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas;”. Note que aquí el apóstol Pablo no dice que la Biblia vino de la iglesia católica romana ni de los calvinistas sino de los JUDÍOS.
             2. El trabajo de la Biblia en español se lo debemos no solo a Casiodoro de Reina sino también a muchos otros traductores como Juan de Valdés, Francisco de Encinas, Juan Pérez Pineda y otros que también sufrieron persecución por la iglesia de Roma la cual tenía estrictamente prohibido la lectura, posesión y distribución de sus Biblias en el castellano y en cualquier otro idioma. Casiodoro usó las traducciones parciales de estos hermanos para completar la suya.
          La prohibición de Jaime I de Aragón que fue hecha en un concilio reunido en Tarragona el 7 de febrero de 1233 había declarado que, “Se manda, además, que nadie tenga en su poder los libros del Antiguo Testamento en romance. Y si alguien las tuviere que los entregue en el plazo de ocho días al obispo del lugar para que él los queme. Si así no lo hiciere considéresele como sospechoso de herejía hasta que rectifique” (Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Tomo II, p.226 y Tomo VII pp.225-227). La Iglesia Católica también había emitido un decreto en 1551 declarando lo siguiente: “La Biblia en el castellano, o en cualquier otra lengua vulgar, está estrictamente prohibida…” (Ibíd. p.125). La misma aparición de estos decretos y documentos prohibidos implica lógicamente la existencia de semejantes traducciones en lengua vulgar mucho antes de la de Casiodoro de Reina. 
           Por tanto, ya otros héroes de la fe habían hecho también sus grandes aportaciones para que aquella Biblia de la que sólo se pudo imprimir más que unos pocos ejemplares alcanzara un éxito extraordinario, tanto que su circulación en España y América Latina se calcula en miles de millones de Biblias, Nuevos Testamentos y porciones. En efecto, es la versión favorita del pueblo cristiano de habla castellana. “…Porque has engrandecido tu nombre, y tu palabra sobre todas las cosas” (Salmo 138:2).
            3. Agradecemos a Casiodoro de Reina por su enorme labor y sacrificio por darnos la Palabra escrita de Dios en nuestro propio idioma. Lamentablemente muchos de los mismos reformados desprecian las versiones antiguas como la misma Reina Valera y prefieren usar las [per] versiones modernas adulteradas y pocos confiables lo cual le hace poco honor al trabajo duro que hizo Reina por nosotros. ¡Vaya contradicción! 
             4. Los cristianos de habla hispana, nos alegramos que Reina y Valera hayan traducido la Biblia entera al español más sin embargo no encontramos en ella ninguno de los puntos calvinistas resaltando como enseñanzas fundamentales lo cual nos da mayor confiabilidad de esta versión, por la integridad y la ética de los autores ante las Sagradas Escrituras.
             5.  Interesante, pero ¿por qué no cuentan la historia completa? A pesar de ser un pastor reformado, Casiodoro de Reina admitió que su fascinación por el calvinismo se volvió de pronto una decepción al ver que “Nada de sermones edificantes que ayudaran a los fieles a creer en la piedad y la devoción personal, tampoco sermones que motivaran al cultivo de los dones espirituales y la experiencia interior de la fe. En los pulpitos ginebrinos solo se hablaba del papa… Aun estando de acuerdo con muchas de las afirmaciones que se lanzaban desde los púlpitos… ¿no era mejor predicar para la edificación más que para la destrucción?” (Casiodoro de Reina, Libertad y tolerancia en la Europa del siglo XVI, Centro de Estudios Andaluces, p. 84). En la misma biografía de Reina, y quien siempre estuvo opuesto a la violencia como una forma de defender la fe, condenó luego las acciones de Juan Calvino y sus seguidores por haber rostizado al español, el aragonés Miguel Servet hasta las cenizas en la hoguera y por perseguir brutalmente a los anabaptistas. 
           Según el mismo Casiodoro no podía contener sus lágrimas ante aquellos pensamientos y recuerdos pues la muerte de su compatriota “golpeaba sus entrañas” y porque “Al mismo tiempo, calvinistas y luteranos se unían para denostar, y en ocasiones perseguir, a los anabaptistas.” (Casiodoro de Reina, Libertad y tolerancia en la Europa del siglo XVI, Centro de Estudios Andaluces, págs. 30, 84-85). De hecho, hubo la respuesta inmediata a esas muertes fueron los libros de Sebastián de Castellio “De haereticis an sint persequendi” y “Contra libellum Calvini”, que corrió manuscrito de mano en mano en los meses siguientes de 1554. En estos textos de Castellio defendía con argumentos bíblicos, morales y filosóficos la libertad de conciencia y acusaba al pastor francés, Juan Calvino, de ser como un inquisidor católico que combatió a Servet con las armas en vez de la pluma.   
           La vida en Ginebra tampoco fue fácil para Casiodoro pues no encajaban en el rígido sistema ginebrino porque las autoridades allí “veían a españoles e italianos con recelo porque de entre ellos habían surgido los antitrinitarios más señalados, como el español Miguel Servet, o los italianos Gribaldi o Sozzino. Estos recelos se sustentaban también en prejuicios previos, como la sospecha de raíces judías de la mayoría de los españoles. Esa identidad de origen, creían, les haría proclives a la negación de la Trinidad.”  (Casiodoro de Reina, Libertad y tolerancia en la Europa del siglo XVI, Centro de Estudios Andaluces, págs. 90). Así que, tanto Casiodoro y otros españoles e italianos que se sentían incómodos en la Ginebra calvinista se trasladaron a Londres con la ilusión de fundar iglesias y comunidades.

            Algunos calvinistas niegan estas verdades de que Juan Calvino mató a Miguel de Servet. Sin embargo, la realidad es que Calvino no solo mandó a matarlo (como admite el pastor y traductor reformado Casiodoro de Reina) sino que hasta planeó su muerte. Aca las evidencias históricas de este hecho, que se encuentra en la misma carta de Calvino que le envió a su amigo William Farel el 13 de febrero de 1546 diciendo: "Servet me escribió recientemente con una presumida arrogancia, e incluyó a su carta un largo volumen de sus delirantes fantasías, que a mi parecer son algo desconcertantes e insólitas. Él se encargaría de venir aquí, si yo estuviese de acuerdo. Pero yo no estoy dispuesto a dar mi palabra para su seguridad, porque si él viniese, de ninguna manera le permitiré partir vivo, de tal modo que emplearé toda mi autoridad para este provecho." Por tanto, Calvino no solo asesinó a Servet sino que hasta planeó su muerte en Ginebra tal como se lee en su carta a Farel.

            De hecho, pocos saben que Miguel de Servet (1511-1553) fue un médico aragonés y pionero en el estudio de la anatomía. Descubrió que la circulación de la sangre tenía lugar en los pulmones. El corazón era el órgano que impulsaba la sangre para que pudiese oxigenarlo sin embargo, la época en la que nació y vivió no fue la mejor. Pero lamentablemente, los protestantes reformados se portaban como inquisidores católicos persiguiendo a todo aquel que rechazara o cuestionara el cuerpo gobernante en Ginebra al igual que en otros países donde dominaban. 

          En fin, damos gracias al reformado Casiodoro de Reina por la Biblia Reina Valera así como todo calvinista debería darle gracias también a los anabaptistas (Bautistas) que persiguieron por haber defendido y establecido con sangre y lágrimas la libertad de religión que ellos disfrutan en países libres donde ahora pueden leer, distribuir y predicar de la misma Reina Valera sin ser perseguidos. ¡Gloria a Dios!
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