¿Ver para creer?

“Un ateo una vez me dijo: ¿Por qué tu Dios no viene y se nos presenta físicamente? Yo le respondi: Ya lo hizo y lo clavaron en una cruz”. – Ken Ham
 
     “Si Dios lo hizo todo entonces ¿dónde está tu Dios si no lo vemos en ninguna parte de la tierra ni del espacio?” Este es unas de las excusas más típicas que los nuevos ateos militantes usan para negar la existencia de Dios. ¿Pero es este tipo de argumento válido? No, pues solo demuestran su ignorancia en cuanto a lógica y teología cristiana pues el que uno no pueda ver algo o alguien (como Dios) no significa o prueba que no exista (falacia non sequitur). Como el gran científico deísta, Albert Einstein, afirmaba “No soy positivista. El positivismo afirma que lo que no puede ser observado no existe. Esta concepción es científicamente indefendible, ya que es imposible hacer afirmaciones válidas sobre lo que la gente ‘puede’ o ‘no puede’ observar. Equivale a decir que ‘sólo existe lo que observamos’, lo cual, evidentemente, es falso”.  Otro gran científico que pensaba lo mismo fue Erwin Schrödinger  (quien realizó importantes contribuciones en los campos de la mecánica cuántica y la termodinámica y ganador de Premio Nobel de Física). Erwin dijo: “No encuentro a Dios en el espacio y el tiempo’, es lo que dice el pensador científico honesto, y por esta razón es reprochado por aquellos en cuyo catecismo, no obstante, está estipulado: ‘Dios es Espíritu’.”  (Schroedinger, citado en Moore 1990, p. 379; también en Schroedinger’s Mind and Matter, Cambridge University Press, 1958, p. 68).
 

       Pero no solo grandes científicos como Einstein, Newton y Schrodinger aceptaban este hecho sino que hasta los sabios filósofos de la antiguedad como Platón quien fue una de las piedras claves de la filosofía antes de Cristo también diferenciaba entre lo espiritual y material. De hecho, el mismo Platón sería el primero en decirle a estos ateos que creer que el materialismo o empirismo es la única forma de realidad sería como vivir en la caverna oscura y perder de la gloriosa realidad que yace afuera. El filósofo de la naturaleza y reverendo, John Mitchell de Thornhill, responsable de haber descubierto que en el cosmos existen los hoyos negros, también afirma que “No vemos a quien dejó las huellas en la arena, sin embargo, sabemos que alguien estuvo allí” (Hebreos 3:4). Lo absurdo e ilógico sería decir que como no veo el pintor, constructor, relojero o el Dios Creador entonces no creeré que ninguna de estas cosas tenga un diseñador inteligente. Lamentablemente, ese el problema con los ateos. Como dijo C.S. Lewis, “Ver no siempre es creer”. En otras palabras, no es que el fanático ateo no vea evidencias para Dios, el problema es que no quiere aceptar las evidencias que demuestran Su existencia pues como dice un dicho, “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. Por tanto y como siempre han sostenido grandes filósofos y científicos, ambos libros (ciencia y religión) no se contradicen, sino que se complementan.

      Además, ¿acaso el ateo ha estado en todo lugar del universo (omnipresente) o tiene un conocimiento total (omnisciente) para saber que no hay ningún Dios en todo el universo o fuera de ella? Obviamente el ateo dirá que no, pero supongamos que sabe la mitad de todo conocimiento o estado en la mitad de todo lugar ¿acaso no es posible que en la otra mitad que desconoce exista Dios? Si el ateo admite esta lógica entonces ya ha dejado de ser ateo y ahora ha pasado a ser agnóstico. Como dijo un apologista, “Para sostener la creencia de que no existe Dios, el ateísmo tendría que demostrar tener un conocimiento infinito para decir: Tengo el conocimiento infinito para decir que no existe un Ser con conocimiento infinito.”

     Sin olvidar que Dios no es un hombre mágico que vive en las nubes o en las estrellas sino un Ser invisible (espiritual) que como Creador habita fuera de Su creación así como un pintor habita fuera de su pintura y que invisibilidad tampoco significa inexistencia. Asumir tal cosa es cometer una falacia non sequitur (no se sigue). Como dice C. S. Lewis, en su gran obra, Mero Cristianismo, “Si hay un poder controlador fuera del universo, no podría mostrarse así mismo a nosotros como uno de los hechos que hay dentro del universo así como un arquitecto de una casa no podría ser una pared, una escalera o la chimenea en la casa.”. En otras palabras, la arquitectura de la casa es prueba de que tuvo un arquitecto pero no puedes ver el arquitecto en la casa porque no es parte de la casa. Lo mismo con Dios y Su creación (Vea Romanos 1:20, Hebreos 3:4 y 11:10).

     Pero alguien dirá, “¿Pero no es Dios un tema religioso o filosófico y por ende fuera del campo científico?” Esto es parcialmente cierto. No se puede probar la naturaleza de Dios en un laboratorio puesto que la ciencia trata con el mundo natural (física) y Dios es espíritu (inmaterial). Por tanto, tratar de estudiar la naturaleza de Dios a través de la ciencia es como tratar de buscar plástico con un detector de metales pues la ciencia y la religión son dos campos diferentes. Así como la ciencia no es el método correcto para estudiar el arte y la ética tampoco es el método correcto para estudiar la naturaleza de Dios puesto que eso le corresponde al campo de la filosofía y teología. Sin embargo, aunque ambas tienen sus límites y diferencias eso no significa que sean incompatibles pues argumentos como el Kalam, el argumento teleológico, el ajuste fino, el diseño inteligente y la información biológica del ADN las cuales están basadas en hechos científicos demuestran que podemos saber que existe un Dios personal, inmaterial, eterno, inteligente y poderoso tal como describe la Biblia.

      Se puede ilustrar esta verdad diciendo que tampoco podemos ver en persona o hacer un examen general del cuerpo de la persona que hizo la Mona Lisa pues Leonardo Da Vinci ya no está fisicamente presente entre nosotros. Sin embargo, su obra maestra demuestra que su famoso y gran pintor existió. Lo mismo se puede decir de Dios y el universo. En otras palabras, así como una pintura, reloj o edificio son pruebas de un pintor, relojero y constructor (aunque hayamos visto o no fisicamente a sus diseñadores), la creación misma también es prueba de que hay un Creador (aunque hayamos visto o no fisicamente a Su Diseñador). Por tanto, de la misma manera que no hace falta ver al que hizo mi reloj para saber que tuvo que haber tenido un relojero tampoco se necesita ver el Creador del mundo para saber que existe pues toda la creación (la vida misma y el entero universo) son evidencias visibles de un Creador invisible (Salmo 19:1-4 y Romanos 1:20). Como dice el filósofo, miembro de la Academia Británica, y profesor Regius emérito de teología de la Universidad de Oxford, Keith Ward, “Creer en Dios es una opción racional que completa la meta científica para entender el universo y no compite contra ella.” (Keith Ward, Pascal’s Five).

      Algunos ateos objetan a esto diciendo que es una falsa analogía porque las máquinas artificiales son hechos por el hombre y la naturaleza por el azar evolutivo. Sin embargo, nuestro argumento teísta no es una comparación inválida puesto que ambos tienen orden, complejidad y marcas de diseño. De hecho, la naturaleza tiene más orden, complejidad y marcas de diseño que cualquier artefacto humano lo cual da más razón para creer que existe una mente inteligente detrás de nuestro gran universo ya que lo opuesto sería aceptar que todo vino por un azar evolutivo y de la nada lo cual es absurdo, irracional y operacionalmente imposible. Por tanto, el universo tiene orden porque Dios no es un Dios de confusión sino de orden (1 Corintios 14:33,40). Como afirma el profesor de Ingeniería de diseño en la Universidad de Bristol, Inglaterra, Stuart Burgess, “Como diseñador, nada dentro de las capacidades del hombre puede compararse con lo que Dios ha diseñado.” (Stuart Burgess ha diseñado partes de satélites para la NASA y más recientemente, diseñó las transmisiones de las bicicletas británicas para las olimpiadas, las cuales ganaron seis medallas de oro y rompieron el récord mundial dos veces).  

 

En fin, “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.” – (Romanos 1:20).

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